jueves, 10 de mayo de 2012

J. Edgar. El patriotismo es el último refugio de los canallas.

A lo largo de su ya extensa filmografía, Clint Eastwood, situado tras la cámara, ha ido recorriendo la práctica totalidad de la historia americana comenzando por sus mitificados inicios con películas como Sin perdón (1992) o El jinete pálido (1985) y finalizando con historias ambientandas en la última década en las que ¿curiosamente? la presencia de la muerte cobra especial relevancia; tal sería el caso de Gran Torino (2008) o Mas allá de la vida (2010). Entre medias, practicamente año tras año, el veterano realizador no ha descuidado ninguno de los principales temas que protagonizaron las décadas intermedias: Depresión económica (El aventurero de Medianoche, 1982), Segunda Guerra Mundial (Banderas de nuestros padres/Cartas de Iwo Jima, 2006), corrupción política (Poder Absoluto, 1997)...
Todo este periplo a lo largo de la historia americana se ve rematado ahora con J. Edgar, su última producción y la película más extensa de Eastwood en el tiempo. Una película que abarca y condensa, a modo de viñetas, hechos acontecidos a lo largo de prácticamente medio siglo, comenzando por los atentados anarquistas de 1919 en Washington y acabando con las escuchas ilegales realizadas en el hotel Watergate que precipitarian el fin del mandato de Nixon.
El género elegido en esta ocasión por el realizador es el del biopic. Concretamente el biopic de J. Edgar Hoover. El que fuera, sin lugar a dudas, el personaje más siniestro de la historia de los Estados Unidos. Un tipo que, enarbolando en todo momento la enseña del patriotismo (viendo a semejante personaje uno no puede menos que recordar la frase "el patriotismo es el último refugio de los canallas" que el personaje encarnado por Kirk Douglas expresa en un momento de esa obra maestra de Stanley Kubrick titulada Senderos de gloria) desarrolló todo un sistema de espionaje que le permitió mantener su puesto durante los mandatos de ocho presidentes diferentes desde 1924 a 1972, chantajeó a Roosevelt y Kennedy, cometió perjurio ante el congreso, escribió misivas amenazadoras a Martin Luther King con el fin de que éste rechazara el premio nobel de la paz y publicó unas memorias propagandísticas con las que se vendió al público norteamericano como el heroe que, personalmente, detuvo a los más peligrosos delincuentes del país, desde el secuestrador/asesino del hijo de Lindberg hasta el mismísimo John Dillinger.
El biopic que nos propone Eastwood no es un biopic típico en el sentido en que no está basado en la figura real de Hoover ni tampoco en su leyenda. La imagen del inventor del término Federal Bureau of Investigatión (F.B.I.) que Eastwood muestra es, desde el momento en que la voz en off que conduce el relato es la del propio Hoover dictando sus manipuladas  memorias a sus sucesivos mecanógrafos, la que el propio Hoover quería que se mostrara a la población. Y éste, junto a una gran interpretación de Leonardo Di Caprio, es el gran acierto de la película puesto que nos permite comprender que Hoover era un personaje en el más amplio sentido de la palabra. Un individuo que, a fuerza de tener que estar interpretando su propia vida, termina por convertirse en un ser enloquecido tanto por el sufrimiento que le ocasiona el obligarse a mantener su imagen pública incluso en su vida privada como por el dolor que se inflige a si mismo al reprimir su homosexualidad y los sentimientos que le despierta  Clyde Tolson, agente del FBI con el que comparte todos los almuerzos, todas las cenas, todas las vacaciones,...todo menos, por lo visto, la cama.
Desgraciadamente y a pesar de lo comentado anteriormente, del buen hacer del veterano actor-director y de lo perturbador del personaje central, hay que resaltar también que un tratamiento excesivamente amable del protagonista, un guión errático en ocasiones  y un lamentable maquillaje lastran en demasía el resultado gobal del film impidiéndole llegar, siempre según mi opinión, al sobresaliente.
El que suscribe termina por echar de menos una visión más perversa y crítica de la clase política. Supongo que por ese motivo, de toda la película, yo me quedo con la escena del enfrentamiento entre Hoover y Tolson en la habitación del hotel. Una compleja y emotiva escena en la que el protagonista se ve obligado a enfrentarse a la hipocresía de su propia vida.

Para ver el trailer, pinchad aqui.

3 comentarios:

  1. No sé si la has visto, pero si quieres ver "una" historia de la corrupción política americana, no dejes de ver una serie que ya tiene unos años, Boardwalk Empire.
    Muy pero que muy recomendable.
    Producida por Scorsese.
    Una mirada totalmente distinta de los famosos gansters americanos, Capone, Luciano...todos sirvientes de empresarios y políticos.
    Los verdaderos mafiosos.
    Te aseguro que irá en tu lista de series de visión obligada.
    Por cierto, podrías poner la escena de Nanking en la sección de grandes escenas?
    Me apetece verla cada tanto y la he perdido.
    Saludos

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    1. Muchas gracias, como siempre, por tu sugerencia. Lo cierto es que tenía un poco olvidada la lista de series.
      Ya tuve ocasión de ver el pasado año la primera temporada (Scorsese no solo produce sino que dirige el capítulo piloto, lo que le da un valor añadido)y me pareció magistral. Ahora estoy volviendo a verla con Mónica, que no la conocía y también le gusta, y estoy recopilando ya la segunda temporada para verla.
      Ya la he añadido a la lista de series de visión obligada, donde hace tiempo que debería haber figurado.
      Con respecto a tu petición de la secuencia del desfile de la victoria...ya la tienes disponible en la sección de grandes escenas. Disfrútala y no dudes en enriquecer esta sección, también algo olvidada, con nuevas sugerencias.
      Un abrazo,...y besos a Patricia.

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  2. chas gracias...
    Yo también voy por la segunda.

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