domingo, 16 de diciembre de 2012

Amour. Bergman redivivo.

Tras la muerte de Ingmar Bergman, el que suscribe tenía pleno convencimiento de que ningún otro cineasta sería capaz de recoger su testigo como gran diseccionador del alma humana. Nada más lejos de la realidad, tengo que reconocer que nunca antes me alegré tanto de haberme equivocado.
Tras la excelente y perturbadora La cinta Blanca, film con el que  Michel Haneke resultara vencedor del festival de Cannes en 2009, el realizador austriaco repitió victoria en la edición de este año con Amour, su último trabajo.
Dado su título y argumento (un matrimonio de ancianos enfrentado al tramo final de la vida de la mujer, aquejada de una cruel enfermedad) daría la impresión de que el veterano director, ya septuagenario, ha pretendido hablarnos de como el paso del tiempo desgasta las mentes y los cuerpos en su irremediable camino hacia la muerte.
Una interpretación mucho más simple nos llevaría a pensar que Haneke pretende hablarnos, sencillamente, del amor de una pareja de ancianos ya en el tramo final de sus vidas.
A poco que uno haya seguido la filmografía de este director coincidirá en la idea de que no es precisamente simpleza un adjetivo que pueda aplicarse cuando uno se refiere a la obra del realizador de La cinta blanca, Caché, Funny games, La pianista o Código desconocido.
Con "Amour", y siempre bajo el humilde punto de vista de un servidor, Haneke nos habla de la vida y, más concretamente, de la determinación de dos personas que se aman de enfrentar el final de la misma de la manera más digna posible una vez tomada conciencia de la evidencia de la proximidad de ese final.
No quiero ni imaginar lo que cualquier otro director podría haber llegado a filmar con semejante premisa. Afortunadamente la persona tras la cámara habita lejos de Hollywood y se apellida Haneke.
El estilo del austriaco es completamente reconocible.
Realización austera, cámara prácticamente inmóvil y unos planos de exactitud quirurgica permiten filmar con precisión de cirujano todo la violencia y el horror del devastador proceso por el que la vida llega a su fin, asi como el amor, la piedad y la ternura con el que estos ancianos enfrentan ese camino.
Haneke consigue filmar una obra maestra que, lejos de caer en lastimosos sentimentalismos, destila una emoción y una grandeza a la que el veterano realizador no nos tenía acostumbrados y que nos remite al maestro Bergman.
Un cálido y sentido trabajo que, sustentado por las interpretaciones de dos veteranísimos actores capaces de atravesar nuestra alma con cada una de sus miradas, desmonta nuestra falsa seguridad y nos hace desear que, ante la posibilidad de un humillante final, tengamos a alguien a nuestro lado que nos ame y respete lo suficiente como para enfrentarlo con dignidad.
 
Para ver el trailer pinchad aquí.