martes, 29 de marzo de 2011

Todo lo que tú Quieras. Un corto largo.

Todo lo que tú quieras es la última película de Achero Mañas tras ocho años de silencio en la que asistimos al relato de cómo Leo, un abogado conservador volcado en su trabajo, se ve obligado a afrontar el cuidado de su hija de seis años tras la repentina pérdida de su mujer.
Ante semejante argumento uno esperaría encontrarse ante la típica película lacrimógena de sobremesa de Domingo ¿o quizá debería decir ante la típica película lacrimógena de sobremesa de Domingo en Antena 3?...Lo cierto es que no importa; aplicar esta etiqueta a Todo lo que tu quieras resultaría de lo más equivocado.
El último trabajo del siempre interesante director español es una propuesta que parte de una idea original y arriesgada.
Si bien es cierto que, al final, nos encontramos ante el retrato del proceso por el cual el personaje va madurando para convertirse en una mejor persona -tema tantas y tantas veces llevado a la gran pantalla- Achero Mañas nos invita a observar dicho retrato a través de un prisma diferente desde el momento que el director decide reflejar el proceso de transformación psicológica al que se ve sometido el protagonista en forma de transformación física cuando éste decide travestirse para adoptar el rol de su esposa fallecida. Decisión que en manos de otro director podría haber acabado por resultar patéticamente cómica, ridícula me atrevería a decir, y que, por el contrario, el señor Mañas nos presenta de manera que parece la más natural. En ese aspecto la película resulta ejemplar.
Lamentablemente la película también resulta ejemplar en otros aspectos. Y digo esto porque, desgraciadamente, este trabajo es el ejemplo perfecto de que una película requiere algo más que una buena idea o un planteamiento interesante.
Toda película, a no ser que no aspire a ser algo más que un ligero esbozo, requiere de un guión bien desarrollado, bien trabajado y madurado. Un guión que nos permita comprender las motivaciones de sus personajes y sentir lo que estos sienten. En este aspecto el guión de Todo lo que tú quieras no puede decirse que resulte ejemplar.
En esta película no acabamos de entender la motivación de Leo, un personaje que se libera con demasiada facilidad de sus prejuicios para tomar tan drástica decisión y tampoco acabamos de sentir el sufrimiento de la niña por la pérdida de la figura materna, cosa que ayudaría en gran medida a comprender la motivación del personaje del padre. Tampoco se decide a profundizar en abordar una situación de lo más actual y que no es otra que el progresivo intercambio de papeles entre hombre y mujer en  la familia y en la sociedad. El guión, escrito por el propio Mañas, carece de la profundidad y madurez necesarias para contar con estos elementos y, sin embargo, no faltan en él situaciones tan tópicas como son la paliza propinada por el consabido grupo de jóvenes homófobos, los suegros ultraconservadores con asistenta sudamericana incluida y el avejentado transformista amargado por la edad y el desprecio de su hijo.
En resumen, y como consideración final, diria que Todo lo que tu quieras es una película con una propuesta interesante, que se ve con agrado, pero que, a causa de un guión al que no se le ha permitido desarrollarse en profundidad, quizá habría funcionado mejor en formato de cortometraje.

Para ver el trailer pinchad aquí.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Adiós a uno de los grandes mitos del cine.


- Y,...¿a qué puede aspirar una gata sobre un tejado de zinc caliente?
- Supongo que a aguantar sobre él tanto como le sea posible.

...y eso fué lo que hizo Liz Taylor,...aguantar. Aguantó durante años sobre ese tejado de zinc caliente en el que se había convertido su vida a causa de la larga enfermedad que, finalmente, ha teminado por llevársela.
Con Elizabeth Taylor muere una de las grandes estrellas de Hollywood, del Hollywood de los grandes estudios. Pero tras su muerte, y como ocurre con todas las estrellas, su luz no se apagará. Nos seguirá llegando todavía gracias a inolvidables interpretaciones que deja tras de sí.
Hasta siempre, Liz.

domingo, 20 de marzo de 2011

Downton Abbey. Apuntando a obra maestra.



Creo haber comentado ya en alguna otra ocasión que, de un tiempo a esta parte, el mejor cine se nos sirve en formato de serie televisiva.
Estos comentarios venían generalmente referidos a la gran calidad de series que nos llegan de Estados Unidos y, por lo general, de la mano de HBO. Series que superan abrumadoramente en calidad a la mayoría de producciones Hollywoodienses.
Escribo hoy estas líneas ante la reciente llegada a nuestros hogares de una serie de gran calidad nacida, en esta ocasión, en la pérfida alvión. Se trata de Downton Abbey.
Downton Abbey arranca en 1912 con el anuncio de un acontecimiento histórico que, además de conmocionar a todo el mundo, tiene unas consecuencias particularmente trágicas para la forma de vida de una familia perteneciente a la aristocracia británica. Este suceso y sus consecuencias son el punto de partida de un hilo argumental que nos permitirá acercarnos a múltiples tramas que nos van mostrando la vida en dos mundos diametralmente opuestos pero que, sin embargo, dependen para su supervivencia el uno del otro: el mundo de la aristocracia y el mundo de sus sirvientes.
Downton Abbey es un inmenso fresco por el que se mueven, al menos en sus dos primeros capítulos, cerca de una veintena de personajes; personajes que, gracias a unos fantásticos guiones, conocemos ya perfectamente en apenas veinte minutos. Un estupendo retrato, maravillosamente ambientado e interpretado, de una época y una forma de vida que, a pesar de su naturaleza clásica, se nos plasma con una narrativa muy moderna.
Dowton Abbey es, en suma, una serie que, recogiendo el testigo de la popular Arriba y Abajo de los años setenta (serie a la que, para mi, ya ha superado en calidad solo en los dos capítulos que llevo vistos) apunta maneras de obra maestra y se va a convertir, a buen seguro, en una de las series del año.

La Chica del Tren. ¿Circunstancias y consecuencias?


Han tenido que pasar tres años desde la estupenda Los Testigos para que podamos ver una nueva película de André Techiné.
En esta ocasión el cineasta francés rueda su propio guión. Un guión que escribe basándose en la obra teatral RER de Jean-Marie Besset que, a su vez, está basada en un suceso real que conmocionó a la sociedad francesa en 2004.
El suceso no es otro que la denuncia, por parte de una joven de 23 años, de una falsa agresión de carácter antisemita perpetrada por un grupo de africanos en un tren de cercanías. Una denuncia que, tanto los medios de comunicación como la clase política, se apresuraron a creer y magnificar, que movilizó a toda la policía francesa y que puso en entredicho el modelo francés de sociedad multicultural.
Techiné organiza su película a modo de díptico, dividiéndola en dos capítulos a los que, nada sutilmente, titula respectivamente Las Circunstancias y Las Consecuencias. No hay, pues, sorpresas con respecto a lo que vamos a encontrar en el contenido de los mismos.
La intención del realizador al escribir y rodar ésta su vigésima primera película no es, como muestran ambos títulos, juzgar a la joven sino más bien mostrar las circunstancias que la llevan a mentir y las consecuencias de esa mentira.
De esta manera el realizador francés tomará nuestra mano y, uniéndola a la de la joven protagonista, nos permitirá acompañarla en sus  largos paseos sobre patines y en sus constantes idas y venidas a bordo del tren de cercanías en busca de un empleo.
En ese escenario, acompañados de una banda sonora que alterna la música que la protagonista escucha a través de sus auriculares con el incesante ruido que causa en paso de los trenes a toda velocidad (imagen empleada por el director a modo de metáfora acerca de la vertiginosa velocidad con la que el tiempo transcurre), seremos testigos de la vida de la joven. Conoceremos su relación con la madre, una fria y contenida Catherine Deneuve, con la que comparte casa y asistiremos a su progresivo enamoramiento de un extraño joven, deportista de élite de un deporte minoritario y aficionado, como ella, a patinar.
La película está muy bien rodada, con sutileza y oficio, pero encontramos en ella que también la sutileza se convierte en su mayor defecto. Hablo, en este caso, de la sutileza en el tratamiento de los personajes.
Techiné pone tanto ahinco en no juzgar, despliega tanta energía en evitar dirigir nuestra opinión acerca de su protagonista, que acabamos por no comprender el motivo que la empuja a mentir de la forma en que lo hace. Yo, al menos, no he sido capaz de hacerlo.
Hablando de sutileza se hace obligatorio hablar también del otro aspecto de la película que queda relegado a meros apuntes: La crítica a unos médios de comunicación que, hambrientos que grandes titulares, muestran gran predisposición a creer, dar eco y acrecentar en la medida de lo posible una historia tan endeble, una mentira tan evidente, que ni un niño había sido capaz de tragársela, así como las graves consecuencias que tiene una mentira así sobre la confianza del ciudadano en la estabilidad de una sociedad multicultural. Aspectos estos que quedan relegados a breves comentarios en conversaciones mantenidas en el hogar del abogado judío.
La Chica del Tren, última película de André Techiné hasta la fecha (actualmente se haya inmerso en plena post-producción de Impardonnables, su próximo trabajo) es, pues, una propuesta interesante a nivel formal aunque perjudicada por un endeble guión en el que un ineficaz tratamiento de los personajes así como un prácticamente inexistente desarrollo de las tramas secundarias hacen que nos quedemos con la sensación de que lo que podría haber sido resulta más interesante que lo que acabamos de ver.

Para ver el trailer, pinchad aquí.