domingo, 20 de marzo de 2011

Downton Abbey. Apuntando a obra maestra.



Creo haber comentado ya en alguna otra ocasión que, de un tiempo a esta parte, el mejor cine se nos sirve en formato de serie televisiva.
Estos comentarios venían generalmente referidos a la gran calidad de series que nos llegan de Estados Unidos y, por lo general, de la mano de HBO. Series que superan abrumadoramente en calidad a la mayoría de producciones Hollywoodienses.
Escribo hoy estas líneas ante la reciente llegada a nuestros hogares de una serie de gran calidad nacida, en esta ocasión, en la pérfida alvión. Se trata de Downton Abbey.
Downton Abbey arranca en 1912 con el anuncio de un acontecimiento histórico que, además de conmocionar a todo el mundo, tiene unas consecuencias particularmente trágicas para la forma de vida de una familia perteneciente a la aristocracia británica. Este suceso y sus consecuencias son el punto de partida de un hilo argumental que nos permitirá acercarnos a múltiples tramas que nos van mostrando la vida en dos mundos diametralmente opuestos pero que, sin embargo, dependen para su supervivencia el uno del otro: el mundo de la aristocracia y el mundo de sus sirvientes.
Downton Abbey es un inmenso fresco por el que se mueven, al menos en sus dos primeros capítulos, cerca de una veintena de personajes; personajes que, gracias a unos fantásticos guiones, conocemos ya perfectamente en apenas veinte minutos. Un estupendo retrato, maravillosamente ambientado e interpretado, de una época y una forma de vida que, a pesar de su naturaleza clásica, se nos plasma con una narrativa muy moderna.
Dowton Abbey es, en suma, una serie que, recogiendo el testigo de la popular Arriba y Abajo de los años setenta (serie a la que, para mi, ya ha superado en calidad solo en los dos capítulos que llevo vistos) apunta maneras de obra maestra y se va a convertir, a buen seguro, en una de las series del año.

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