jueves, 19 de septiembre de 2013

La caza. La calumnia.

 En 1961 William Wyler adaptaba The Children´s Hour, una obra de teatro de Lilliam Hellman en la que una niña lanzaba una tan pérfida como injusta acusación contra dos de sus maestras. La caza (Jagten, 2012), último film del Danés Thomas Vinterberg, toma un punto de partida semejante para, desde la injusta acusación lanzada por una niña sobre uno de sus maestros, desarrollar la fría crónica de una caza de brujas con la que demoler los cimientos de lo que, aparentemente, es una tranquila vida en el seno de una sosegada comunidad modelo de convivencia. Algo parecido a lo que ya hiciera en su mejor película, Celebración (Festen, 1998), en la que, a través de la denuncia de un abusador sexual, Vinterberg conseguía dinamitar la familia patriarcal como modelo de institución social.                                                                                         La caza juega perfectamente sus cartas y, desde el primer momento, elimina la posibilidad de que el espectador pueda albergar duda alguna sobre la inocencia del protagonista.  Sabemos que la acusación es injusta y la película se centra, no en desarrollar un tema tan peliagudo como la pederastia, sino en mostrar como puede llegar a destrozarse la vida de un hombre con tan solo señalarlo como sospechoso de un crimen (en este caso del peor crimen del que puede acusarse a una persona).
La película no proviene de Hollywood, sino de Dinamarca, por lo que en lugar de primerísimos planos de rostros desencajados por el llanto, histriónicas interpretaciones en las que la saliva salpica la cámara, toda una colección de lugares comunes y melodramáticas partituras musicales cuya única finalidad es indicarnos cuando toca llorar lo que encontramos es una sobria puesta en escena, un ritmo pausado y unas contenidas interpretaciones que, sin falsos efectismos, relatan las violentas reacciones que la injusta, aunque en este caso carente de maldad, acusación desencadena en vecinos y amigos del protagonista.
La caza, aunque tramposa en su concepción ya que dirige a sabiendas al espectador para provocar en él el deseo de venganza contra los causantes de la desgracia del protagonista, es una buena película que, aún sin alcanzar la maestría de Celebración, es capaz de ofrecernos una interpretación de la caridad cristiana como nunca antes habíamos visto en una de las mejores escenas vistas en el cine en mucho tiempo (la de la misa de Navidad). Una buena película que queda, lamentablemente, lastrada por un epílogo final, curiosamente inmediatamente posterior a otra gran escena en la que la película alcanza su punto culminante, la de la reunión familiar para la iniciación en la caza del hijo del bonachón maestro, tan innecesario como, a mi modesto juicio, equivocado.
Con La Caza sus seguidores recuperamos a un gran Vinterberg. Un realizador que firma su mejor obra desde aquella con la que inaugurara el tan famoso como controvertido Dogma´95. Un director que, con una puesta en escena tan fría como el gélido invierno danés y aliado con un actor (Mads Milkkensen) que, lejos de sus violentos personajes habituales, es capaz de ofrecer una interpretación tan atormentada como auténtica, consigue mantenernos tensos en nuestros asientos sin perder el interés en ningún momento mediante una realización próxima al realismo documental.
Miedo me da que llegue el día en el que Hollywood compre los derechos para rodar su propia versión.
 
Para ver el tráiler pinchad aquí.