miércoles, 2 de octubre de 2013

Breaking Bad. Remember my name.


Y finalmente llegó. Tras seis años acompañando a Walter White en su particular descenso a los infiernos el Lunes por fin pudimos asistir al tan ansiado, e igualmente temido, final de Breaking Bad.
Si alguien tuvo en alguna ocasión algún temor de que el final de esta magnífica serie desmereciera el prácticamente impecable recorrido que había ido teniendo a lo largo de sus seis temporadas el Lunes se disipó definitivamente ese temor. Y es que el final de Breaking Bad y, con ella, de Walter White, hace justicia no solamente a la trayectoria de la serie sino también a su personaje principal a lo largo de un capítulo en el que, por primera vez, veremos a un Walter feliz; por primera vez escucharemos a un Walter confesarse a si mismo y a los espectadores los verdaderos motivos por los que ha hecho todo lo que ha hecho y por primera vez veremos a un Heisenberg en estado puro matar por placer.
 De la misma manera  veremos, por última vez, un nuevo intento de manipulación sobre Jesse y a Heisenberg yendo un paso por delante de la policía. Un capítulo en el que el protagonista absoluto es el cerebro de Walter/Heisenber. Un potente capítulo de ¿redención?
Ahora habrá que aprender a vivir con el vacío que la ausencia de esta gran serie deja en mi vida, como ya sucediera tras los finales de Los Soprano, The Wire o A dos metros bajo tierra (el mejor final que he visto, capaz de condensar en 5 minutos todas las emociones desplegadas a lo lasgo de sus cinco temporadas) confiando que algún dia otra gran creación sea capaz de llenarlo. Pero, hasta que ese dia llegue, solo puedo decir una cosa:
Heisenberg ha muerto, viva Heisenberg.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La caza. La calumnia.

 En 1961 William Wyler adaptaba The Children´s Hour, una obra de teatro de Lilliam Hellman en la que una niña lanzaba una tan pérfida como injusta acusación contra dos de sus maestras. La caza (Jagten, 2012), último film del Danés Thomas Vinterberg, toma un punto de partida semejante para, desde la injusta acusación lanzada por una niña sobre uno de sus maestros, desarrollar la fría crónica de una caza de brujas con la que demoler los cimientos de lo que, aparentemente, es una tranquila vida en el seno de una sosegada comunidad modelo de convivencia. Algo parecido a lo que ya hiciera en su mejor película, Celebración (Festen, 1998), en la que, a través de la denuncia de un abusador sexual, Vinterberg conseguía dinamitar la familia patriarcal como modelo de institución social.                                                                                         La caza juega perfectamente sus cartas y, desde el primer momento, elimina la posibilidad de que el espectador pueda albergar duda alguna sobre la inocencia del protagonista.  Sabemos que la acusación es injusta y la película se centra, no en desarrollar un tema tan peliagudo como la pederastia, sino en mostrar como puede llegar a destrozarse la vida de un hombre con tan solo señalarlo como sospechoso de un crimen (en este caso del peor crimen del que puede acusarse a una persona).
La película no proviene de Hollywood, sino de Dinamarca, por lo que en lugar de primerísimos planos de rostros desencajados por el llanto, histriónicas interpretaciones en las que la saliva salpica la cámara, toda una colección de lugares comunes y melodramáticas partituras musicales cuya única finalidad es indicarnos cuando toca llorar lo que encontramos es una sobria puesta en escena, un ritmo pausado y unas contenidas interpretaciones que, sin falsos efectismos, relatan las violentas reacciones que la injusta, aunque en este caso carente de maldad, acusación desencadena en vecinos y amigos del protagonista.
La caza, aunque tramposa en su concepción ya que dirige a sabiendas al espectador para provocar en él el deseo de venganza contra los causantes de la desgracia del protagonista, es una buena película que, aún sin alcanzar la maestría de Celebración, es capaz de ofrecernos una interpretación de la caridad cristiana como nunca antes habíamos visto en una de las mejores escenas vistas en el cine en mucho tiempo (la de la misa de Navidad). Una buena película que queda, lamentablemente, lastrada por un epílogo final, curiosamente inmediatamente posterior a otra gran escena en la que la película alcanza su punto culminante, la de la reunión familiar para la iniciación en la caza del hijo del bonachón maestro, tan innecesario como, a mi modesto juicio, equivocado.
Con La Caza sus seguidores recuperamos a un gran Vinterberg. Un realizador que firma su mejor obra desde aquella con la que inaugurara el tan famoso como controvertido Dogma´95. Un director que, con una puesta en escena tan fría como el gélido invierno danés y aliado con un actor (Mads Milkkensen) que, lejos de sus violentos personajes habituales, es capaz de ofrecer una interpretación tan atormentada como auténtica, consigue mantenernos tensos en nuestros asientos sin perder el interés en ningún momento mediante una realización próxima al realismo documental.
Miedo me da que llegue el día en el que Hollywood compre los derechos para rodar su propia versión.
 
Para ver el tráiler pinchad aquí.


martes, 2 de julio de 2013

Iron man 3. Una película de Tony Stark.

 Hace ya unos años que, tras salir con un enfado monumental de una sala de cine de Valencia en la que se acababa de proyectar Avatar, decidí dar vida a este blog.
La intención era, aunando mi afición a la escritura con mi pasión por el cine, la de crear un espacio personal en el que pudiese dejar constancia de mis impresiones sobre algunas de las películas que veía.
Tras dedicar unas líneas a ese engendro que es Avatar, siempre he procurado enfocar este mi rincón a ese cine que me ha fascinado especialmente desde temprana edad; un cine más alejado de los círculos comerciales y que, incluso en ocasiones, no llega a estrenarse en las salas de nuestro país. Un cine alejado de estridencias sonoras, diálogos vacíos y sin historia. Un cine en el que parece no estar sucediendo nada pero que se queda en nuestra mente para siempre. Un cine en el que se escriben con mayúsculas nombres como Kaurismaki, Lynch, Haneke, Vintenberg, Trier,  Oliveira, Assayas, Audiard, Ozon,...   
Pero eso no significa que un servidor solo sea espectador de ese tipo de películas, no. En ocasiones el que suscribe siente la necesidad de sentarse frente a una pantalla y prestarse a una purga mental que, durante un par de horas al menos, me libere de cualquier actividad neuronal. Es entonces cuando echo mano del cine-espectáculo; del más puro blockbuster; del cine de ver y olvidar; del cine sobre el que luego no escribo. Y no es que me avergüence de verlo, no, es que no deja en mí ni el más mínimo poso que luego me permita desarrollar unas líneas.
Con ese fin me puse a ver un Domingo Iron man 3, sobre todo tras los resultados de Iron man 2. La diferencia frente a ésta y otras películas de entretenimiento es que, en esta ocasión, he decidido sentarme ha escribir sobre ella. Y hay motivos para ello porque Iron man 3 no es, ni por asomo, la peor película de la saga con diferencia como he escuchado en varias ocasiones antes y después de verla.
La tercera entrega de la saga del metálico Marvelita es, por éste orden, una notable película, una gran diversión y un sobresaliente acercamiento a un personaje perfectamente amalgamado con el actor que le da vida. Y es que la película Iron man 3 es una película de Tony Stark y Tony Stark es Robert Downey Jr. Y ninguno de ellos tiene sentido sin el otro.
Lo que hace Shane Black para revitalizar una saga que, tras su segunda entrega, daba claras muestras de agotamiento es más que meritorio.
Black convierte un blockbuster en una película de personajes en la que los diálogos tienen más protagonismo que las secuencias de acción. Transforma al super-heroe en un mero vehículo, prácticamente una caricaura, para dedicarse al desarrollo de su cínico creador. Se atreve a ridiculizar la amenaza terrorista creando una parodia de Bin Laden mientras da profundidad a la historia con claras referencias al mito de Frankenstein reconocibles en el proceso de recomposición del cuerpo presente a lo largo de todo el metraje.
¿Decepcionante?¿la peor de las tres?¿mala?...para nada.
Esta última entrega sobre las aventuras del líder de Los Vengadores (película que, dicho sea de paso, tiene un protagonismo muy marcado en la trama de ésta que nos ocupa) no es lo que parece. Es notable, es inteligente y es una muy muy seria diversión.
 
 
Para ver el tráiler pinchad aquí.


jueves, 20 de junio de 2013

James Gandolfini. Fundido en negro.


Hace ya mucho tiempo escribí en este espacio acerca del tremendo vacío que dejó en mi interior el final de Los Soprano, la mejor serie de todos los tiempos. Una serie en la que, temporada tras temporada, asistíamos, de forma magistralmente narrada, a la progresiva destrucción del mundo de Tony Soprano, un traicionero y violento gangster italoamericano afincado en Nueva Jersey.
Tony Soprano, sin duda mi personaje favorito. Un enorme hijo de puta que se ganó toda mi simpatía. Un personaje envuelto por un aura trágica  y que, próximo al final de la serie y tomando conciencia de su inevitable destino, mantiene una conversación con su cuñado, en la que es una de las escenas clave de la serie, sobre la llegada de la muerte:
 
"¿Cómo será cuando te llega el final de todo?"- pregunta el cuñado- Y Tony le responde: "Yo creo que el final es como que dejas de escuchar todo y entonces hay fundido a negro".
 
Reveladora y profética conversación que será luego recordada por Tony Soprano tres secuencias antes de la escena final.
Hoy, al enterarme de la triste noticia de la muerte de James Gandolfini, el actor que encarnó a ese gran cabronazo, esta conversación ha vuelto a mi mente, al igual que ha vuelto aquel tremendo vacío. El gran fundido en negro ha puesto el punto final, como siempre, demasiado pronto, a la vida de un gran actor y ha dejado mi vida un poquito más gris.
Hasta siempre.
 
Para poder disfrutar, a modo de sentido homenaje, de la intro de la serie, pinchad aquí.
 

domingo, 12 de mayo de 2013

Sayonara, baby. Fallece Constantino Romero.

 
Ha fallecido Constantino Romero.
Con su desaparición personajes como Harry el sucio, Terminator, Darth Vader, el replicante Roy  o James Bond han perdido al responsable de su voz española y los aficionados al séptimo arte perdemos a uno de los más grandes, si no el mejor, profesionales del doblaje español.
Sayonara, baby.

A continuación, y a modo de sentido homenaje, pincha aqui para ver uno de sus más celebrados trabajos en el que pronuncia una de las más celebres frases del cine.

lunes, 18 de marzo de 2013

El hombre tranquilo. En el camino de hacer justicia a una obra maestra.

 

Tras años de espera y tras padecer unas tan numerosas como lamentables ediciones en DVD, desde el pasado 12 de Marzo por fin puede decirse que en España podemos disfrutar de una remasterización en condiciones de El Hombre Tranquilo,  esa obra maestra dirigida por el maestro Ford  interpretada por unas estrellas, Maureen O´Hara y John Wayne, en estado de gracia.
La restauración realizada como conmemoración del aniversario de la película todavía adolece de ciertos aspectos (uno hecha de menos la aparición de algún extra que enriquezca el visionado de esta extraordinaria película y nos acerce más al universo Fordiano) que no acaban de ponerla a la altura que merece esta gran muestra de cine, pero su impecable imagen en alta definición restaurada fotograma a fotograma nos permite disfrutar de la exquisita y colorista fotografía de Winton C. Hoch y Archie Stout en toda su plenitud.
Un Blu-ray de compra obligada que, espero, sea el aperitivo de una próxima edición complementada con varios discos de extras que, esta vez si, haga justicia a tamaña obra maestra.



lunes, 18 de febrero de 2013

Django desencadenado. El regreso de Hans Landa

Tras ver Django desencadenado, la última película de Quentin Tarantino, uno podría pensar que acaba de ver el primer western de este director. Nada más lejos de la realidad sin embargo ya que, al fin y al cabo ¿Qué son Kill Bill, con su búsqueda de la venganza y sus duelos y Malditos Bastardos con su secuencia inicial a lo Raices profundas, la música de Ennio Morricone y su grupo de bastardos que arrancan las cabelleras de sus enemigos sino sendos westerns? Lo único que hace el realizador americano en esta ocasión es llevar, por fin, a sus personajes a la época y lugar que les corresponde sin renunciar por ello al estilo visual y las constantes referencias hacia otros títulos que caracterizan a su cine; si bien no puede decirse lo mismo de su estilo narrativo habitual que, en esta ocasión, y éste sería el mayor reproche que podría hacérsele, se sacrifica por una narración continuada absolutamente carente de elipsis.
En este trabajo, aparentemente el más personal de su director, Tarantino repite lo que ya hiciera en Malditos Bastardos al tomar como referente una película italiana, Django (en la otra ocasión fue el film bélico "Aquel maldito tren blindado") para desarrollar su propia historia en la que solo se conserva de la originaria el nombre de su protagonista, un mercenario blanco en aquella y un esclavo negro liberado en ésta.
A partir de aquí, Tarantino brinda para nuestro deleite un merecido papel protagonista a Christoph Waltz y uniéndolo al esclavo liberado Django (Jamie Foxx) nos presenta una pareja absolutamente alejada de los arquetipos del género (un negro a caballo, algo impensable en la antesala de la guerra de secesión, y un dentista alemán reconvertido en caza-recompensas. Un dentista alemán que bien podría tratarse de la reencarnación de Hans Landa, el cruel, ingenioso y cínico coronel de las SS a quien Waltz diera vida en el anterior trabajo del realizador) que protagonizará la mayor historia de amistad de todo el cine de éste realizador. Una historia de amistad comparable a la que podíamos ver en Rio Bravo, la obra maestra de Howard Hawks y que Tarantino ha catalogado en varias ocasiones como la mejor película de todos los tiempos. La historia de una amistad que se irá gestando a través de un paisaje que actúa como un personaje más, como sucediera en los grandes westerns de Anthony Mann, atravesado en busca de una mujer (y aquí tendríamos que hacer referencia a otros clásicos del género como Centauros del desierto o Dos cabalgan juntos, ambas dirigidas por el maestro John Ford) que si bien no tiene tanto protagonismo como en otras obras de este autor (Jackie Brown o la ya mencionada Kill Bill) si que es un importante motor de la acción.
Al margen de estos aspectos, novedosos en Tarantino, Django está poblada de todo aquello que hace reconocible su cine: cuidados y sugerentes diálogos, prolongadas secuencias recreadas en mínimos detalles (en este caso resulta ejemplar la secuencia en la que la pareja protagonista espera al Sheriff en un vacío salón; una escena en la que el director se recrea en como el Dr. Schultz sirve un par de cervezas mientras da buena muestra de su incontinencia verbal), una violencia gamberra y conscientemente cargada de excesos y un depurado estilo visual cargado de referencias (y en este caso resulta imposible no mencionar el salpicón de sangre sobre las plantas de algodón; una escena de clara influencia oriental) que unidos a grandes interpretaciones (Leonardo Di Caprio borda aquí el que considero que es el mejor papel de su carrera) y unos personajes  trabajados con más profundidad de lo acostumbrado dan como resultado algo más de dos horas y media de proyección convertidas en un divertimento que te deja con ganas de ver ya lo próximo que el controvertido director norteamericano, genio para unos y fraude para otros, nos tenga preparado.
 
Para ver el tráiler pinchad aquí


lunes, 14 de enero de 2013

The deep blue sea. Un fantasma entre dos mundos.

1950.
Tras una toma en la que observamos un edificio semiderruido de Londres, la cámara se va alzando en un travelling que recorre, de arriba a abajo, la fachada de un edificio hasta finalizar, tras ver a una vecina depositando las botellas vacias de leche en el portal del edificio y a otro vecino observando el exterior desde el primer piso del inmueble, a una ventana cuyas cortinas son echadas por una mujer a fin de llevar a cabo un acto suicida.
Al final del film nos topamos  con el mismo trayecto pero a la inversa en esta ocasión. Las cortinas se abren a la luz del sol a manos de la misma mujer que se entregaba a una romántica muerte en los primeros compases de la historia y la cámara comienza un lento descenso para mostrarnos al vecino del primero tomando el te y a la vecina de la planta baja recogiendo las botellas de leche ahora llenas para terminar por desplazarse hacia unas ruinas en las que unos niños se encuentran jugando. Los niños rápidamente desaparecen del encuadre y la cámara se aproxima lentamente hacia el vacío de esas ruinas.
The deep blue sea, la magistral película de Terence Davies, es la historia de ese vacío. Un vacío que impregna toda la vida de Hester, la protagonista de la película, y que la hace deambular por su existencia como un fantasma; como una mujer que habita en el límite entre dos mundos, pasado y presente, sin conseguir avanzar porque, para el realizador británico, el tiempo es inamovible y su progresión es circular volviendo siempre al punto de partida. Es por esto por lo que siempre veremos a Hester en la penumbra, o envuelta por el humo de un cigarrillo, o junto a su propio reflejo. Y es también por esto por lo que cuando Hester intenta avanzar en el presente (corriendo hacia el metro o divirtiéndose en un pub) siempre surge el recuerdo del pasado para detener el tiempo e impedírselo.
Hester (maravillosa Rachel Weisz) es un espectro de alma atormentada atrapado entre dos hombres, entre la vida y la muerte, entre el amor y la lujuria, entre la tradición y la modernidad o, como la expresión inglesa a la que hace referencia el título, between the devil and the deep blue sea (entre la espada y la pared).
The deep blue sea es un duro melodrama que te mantiene encogida el alma y al borde del llanto durante los 98 minutos de su metraje; un trabajo de naturaleza teatral tan sobriamente rodado como la mejor de las producciones de la BBC; un film magníficamente interpretado; un encomiable trabajo fotográfico en base a una paleta de colores tan difuminados y mortecinos como la propia alma de la protagonista; un relato directamente emparentado con la excelente Deseando amar (Wong Kar-Wai, 2000), una película evocada hacia el pasado a raíz de una secuencia en la que el protagonista susurraba a un agujero del muro de un templo camboyano para que quedara conservado en éste el recuerdo de una incurable herida en su corazón, y tan desgarrador como ésta...
The deep blue sea es la mejor película que he visto en mucho tiempo. Una película perfecta en todos los sentidos.
 
Para ver el trailer pinchad aquí.