martes, 26 de octubre de 2010

No todo va a ser cine de la Nouvelle Vague.

De la misma forma que hay películas que nos gustan por su indiscutible calidad cinematográfica, hay otras que atesoramos en nuestro recuerdo por otros motivos y que, aunque no se correspondan exactamente con lo que consideramos obras maestras (a veces no son siquiera buenas películas), nos gusta verlas.
Muchas veces se trata de películas que vimos por primera vez en algún momento especial de nuestra vida, en circunstancias que nos marcaron o, incluso, en compañia de alguien especial.
Muchas veces incluso vemos esas películas, no por la película en sí, sino por los recuerdos que su visionado hace aflorar desde nuestro interior.
Podríamos hablar, en este caso, de la existencia de una "memoria cinematográfica" que pasaría a unirse a esos otros tipos de memorias (memoria aromática, memoria gustativa,...) que asocian sentidos y sentimientos.
En mi caso, una de esas películas es Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984). Una película  que compré en edición Blu-Ray importada de Estados Unidos hace ya cosa de cinco meses y que, hasta anoche, todavía no había introducido en mi reproductor.
En Pesadilla en Elm Street, al menos en mi caso, confluyen las dos circunstancias.
Por un lado nos encontramos con una película que, si bien cuenta con algunos efectos especiales a los que el paso del tiempo ha dejado bastante en evidencia y algunas interpretaciones de lo más chirriante, presenta indiscutibles valores cinematográficos que justifican sobradamente el que Pesadilla en Elm Street haya pasado a la historia como todo un referente del género.
Para empezar, resulta obligado hacer referencia a la originalidad de un guión que, escrito por el propio Craven, además de rediseñar la idea del asesino psicópata, que persigue adolescentes para ir matándolos uno a uno a lo largo de todo el metraje, sacándolo del mundo real para convertir el mundo onírico en el escenario de sus actuaciones (Freddy Krueger es una realidad durante el sueño y una pesadilla durante la vigilia) consigue mezclar de manera absolutamente magistral los momentos de mayor tensión con otros de un humor negro totalmente hilarante. Un recurso éste que luego será copiado por unos y parodiado por otros hasta la saciedad.
Llegados a este punto, mención especial merecen tanto Robert Englund (si, si, el lagarto bueno de la serie V) con su creación del asesino Krueger que, con su sombrero, camiseta a rayas y cuchillas, se ha convertido en todo un icono del cine de terror como una inquietante banda sonora que crea la atmósfera perfecta y refuerza solventemente los momentos de máxima tensión.
Pero, como decía en los comienzos de esta nota, en mi caso, con está película confluyen tanto estas circunstancias como otras totalmente extracinéfilas y completamente nostálgicas.
Uno o dos años después del estreno en salas de esta película, y en plena adolescencia, dedicaba la tarde del Sábado (a veces la del Domingo) a acudir junto a mis amigos, alguno de los cuales todavía veo, a las sesiones dobles, a veces triples, de los cines D´Or y Metropol en Valencia.
Íbamos a primera hora de la tarde, con nuestro inseparable bocadillo que nos permitiría recuperar fuerzas entre película y película y acabábamos la sesión cuando el sol ya se había puesto.
Recuerdo esas largas tardes con nostalgia.
Las sesiones eran de lo más variopinto. Recuerdo, no sin esfuerzo ya que ya no soy ningún chiquillo, un ciclo dedicado a Kim Basinger en el que vimos de un tirón Cita a Ciegas, Nueve Semanas y Media y Nadine; otro dedicado a Milos Forman en el que vimos Amadeus y Alguien Voló sobre el Nido del Cuco; otro de Stephen Frears compuesto por Ábrete de Orejas, Mi hermosa Lavandería y Sammy y Rosie se lo Montan,...
Fueron innumerables tardes en las que vimos infinidad de películas. Tardes en las que revisitamos realizaciones ya conocidas y tardes en las que descubrimos directores desconocidos para nosotros. Tardes llenas de risas, de emoción, de magía,...
En una de esas tardes ví mi primera película de terror en un cine, descubrí a un personaje emblemático y presencié una de las escenas que más inquietud me han provocado en la vida; y todo en apenas noventa minutos.
La película: Pesadilla en Elm Street.
El personaje: Freddy Krueger, por supuesto.
La escena: Las niñas saltando a la comba en el jardin de su casa mientras cantan:
"Uno, dos,... Freddy viene a por tí.
 Tres, cuatro,...cierra bien tu puerta.
 Cinco, seis,...coge tu crucifijo.
Siete, Ocho,...no te duermas aún.
Nueve, diez,...no volverás a dormir nunca más...

Para ver el trailer pinchad aquí.

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