lunes, 23 de agosto de 2010

Two Lovers. Felicidad prohibida.

En éste su cuarto largometraje, James Gray abandona el género negro en el que había ambientado sus tres trabajos anteriores (cuestión de sangre, la otra cara del crimen y la noche es nuestra) para ofrecernos un excelente drama romántico en el que se mantiene presente una de las principales constantes de su cine: el nucleo familiar como respuesta y tabla de salvación ante los conflictos del protagonista.
El protagonista de Two Lovers, que en este caso y como ya sucediera en La Noche es Nuestra y en La Otra Cara del Crimen vuelve a ser interpretado por Joaquim Phoenix, es un joven en tratamiento a causa de un transtorno bipolar y que ha intentado suicidarse en dos ocasiones tras haber sufrido el abandono por parte de su prometida al no verse ésta capaz de afrontar la enfermedad de él.
Leonard, el protagonista, vive recluido en el seno familiar. Trabaja en la lavandería propiedad de su padre, vive en una habitación de la casa de sus padres sometido a la estrecha vigilancia de una madre, Isabella Rossellini, que teme que insista en sus tentativas de suicidio y está iniciando una relación con Sandra, la guapa y dulce hija del futuro socio de su padre que está completamente loca por él.
Por otra parte, Leonard acaba de conocer a Michelle, impresionante Gwyneth Paltrow, que vive en su mismo edificio y de la que se enamora rápidamente.
Michelle, que es una habitual de los principales clubs nocturnos de moda de la ciudad y que coquetea con las drogas, es la amante de un hombre casado y con hijos que le paga el alquiler del apartamento que ocupa.
El dilema está, pues, servido y la película, como ya anunciaba el título, se convierte en la historia de una elección. La elección entre la conveniencia y la felicidad. Porque claro, como la vida es así de jodida, muchas veces se da el caso de que lo que sabemos que podría hacernos felices es lo que sabemos que, con toda seguridad, no nos conviene. Mientras que aquello que claramente nos conviene probablemente nos mantendrá seguros pero no nos hará felices.
La elección para nuestro protagonista está muy clara desde el primer momento. Tan clara como claro está para nosotros que James Gray, completo amo del calabozo como director de la película y firmante del guión que la sustenta, no le permitirá tomarla.
Las señales son muchas y se nos van mostrando con maestría y sutileza a lo largo de la película. Solo tenemos que ver como en la noche, en los momentos de mayor intimidad de los protagonistas, Leonard siempre tiene que conformarse con ver al objeto de su amor a lo lejos, a traves de una ventana y siempre en un plano superior, como algo inalcanzable. De hecho, la única vez que la alcance hará el amor con ella de pie, sin quitarse la ropa, sin alcanzar esa intimidad que proporciona la desnudez. Una desnudez que, dicho sea de paso, si que compartirá con la otra mujer.
James Gray, a modo de un Dios encabronado y cruel, va cerrando todas las puertas a su protagonista y lo acorrala hasta dejarle una única elección posible. La mas coherente según el devenir de los acontecimientos.
Y es en este punto, a apenas 1o minutos del final, donde el guionista lo echa todo a rodar y fastidia una historia que apuntaba hacia la perfección.
Y la fastidia, por un lado, por emplear el pobre recurso de dejar que un guante que es arrastrado por el agua hasta los pies del protagonista sea lo que, de manera nada sutil, le indique a éste el camino a seguir. Y por otro lado por no tener los arrestos necesarios para dar a su personaje la salida coherente que apuntaba la historia y optar por, en aras de la corrección política, una decisión final mucho más comercial. Aunque esto signifique condenar a Leonard a una vida segura pero en la que nunca será feliz, como muestra el vacío abrazo del plano con el que se cierra la película.
Para ver el trailer, pinchad aquí.

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