martes, 23 de febrero de 2010

Shutter Island. Entre Fuller y Hitchcock



Si eres, como yo, un seguidor de Martin Scorsese y consideras, también como yo, que sus mejores obras son "Uno de los Nuestros", "Toro Salvaje", "Taxi Driver" y "Casino", sin duda saldrás de la proyección de "Shutter Island" con una ligera sensación de decepción. No obstante, a pesar de lo que acabo de decir, se trata de una obra notable donde encontramos reflejos del mejor Scorsese y, quizá, la promesa de que estamos cerca de recuperarlo en su plenitud.
En esta ocasión el director italo-americano toma la novela de Dennis Lehane y la traslada a la pantalla traduciéndola en una película de género (en el mejor sentido de la palabra), en un film de terror psicológico que transita entre lo real y lo onírico y hace equilibrios sobre esa fina linea que separa la cordura de la locura. Es en esos momentos oníricos, en esas representaciones de los sueños del protagonista donde encontramos las porciones mas valiosas de la última creación de Scorsese.
El personaje principal de la película, interpretado solventemente por Leonardo DiCaprio, es una persona obsesiva, compulsiva, de intensas reacciones y con una frágil estabilidad mental. Se trata de un tipo de personaje que podemos reconocer en la mayor parte de la obra de Scorsese, particularmente la de su mejor época, a la que hacía referencia al comienzo de este texto y al que en esos años ponía rostro Robert De Niro de una manera impecable (inolvidable la aterradora creación que hace del personaje de Travis Bickle en Taxi Driver).
Martin Scorsese, obsesivo cinéfilo antes que realizador, nunca ha negado ni se ha molestado en ocultar sus influencias que, en este caso, nos remiten a "Corredor Sin Retorno" de Samuel Fuller. Esta sería la influencia mas clara, aunque una visión mas precisa nos permitirá apreciar también en esta película algunas constantes del cine de Hitchcock, McGuffin incluido.
Como principal influencia Hitchcockiana me refiero, por supuesto, al hecho de presentarnos un personaje principal atormentado por una antigua experiencia traumática (Marnie, Norman Bates, John "Scottie" Ferguson,...) que marcará su devenir por la trama en la que se ve involucrado, una trama laberíntica en la que realidad y locura se entremezclan de tal forma que muchas veces no podremos asegurar si lo que estamos viviendo es real o un mero producto de la atormentada mente del protagonista.
El ambiente desasosegante, los juegos de luces y sombras que nos remiten al expresionismo alemán, una cámara nerviosa y una atmósfera claustrofóbica ponen la guinda de un pastel en el que la locura va "in crescendo" pasando de ser un personaje más hasta llegar a convertirse en la columna vertebral sobre la que se sustenta toda la historia.
Pero no todo van a ser elogios. Es cierto que, como he remarcado al comienzo, en este film podemos recuperar cosas del mejor Scorsese. Intensas interpretaciones, atmósfera absorbente, una violencia siempre a punto de aflorar y una tensión muy bien mantenida son las principales bazas de esta película. Pero no es menos cierto que, junto a estas cualidades, también podemos encontrarnos con la otra cara del director que, a modo de moderno doctor Jekyll, es capaz de mostrarnos su peor faceta, la de su tendencia a los excesos. Excesos que podremos encontrar en esta ocasión en una banda sonora que, por momentos, tiende a remarcar de forma innecesariamente estruendosa la tensión de determinadas secuencias cuando deberían ser las imágenes las que lo hicieran (especial atención al insoportable aumento de volumen de la música que acompaña la entrada de los protagonistas al recinto del sanatorio mental al inicio de la película).
Tratándose, como se trata, de una película de género, Scorsese tampoco evita el caer en ciertos convencionalismos como son ciertas trampas de guión (hay una clara discrepancia entre la resolución final de la historia y el modo en como comienza la película, aunque aquí cabría recordar que una obra maestra como Ciudadano Kane también comienza a partir de un clamoroso error de guión ya que en el momento de la muerte de Charles Foster Kane no había nadie presente, como se ve claramente, que pudiera escuchar esa famosa última palabra que luego todos los periodistas parecen conocer.) y algún previsible susto proporcionado por el consabido aumento de decibelios de los efectos sonoros en secuencias de mantenida tensión. No obstante, en este caso, no me cabe ninguna duda de que se trata de un empleo de clichés muy estudiado y realizado a modo de homenaje al género.
Con todo y con estos ligeros defectos que, como decía, podrían crear cierta sensacion de decepción la verdad es que el resultado final del conjunto es ciertamente notable. Habrá quién la criticará duramente, como siempre. Habrá quién saldrá deslumbrado de la proyección. Habrá quien saldrá claramente descolocado... En todo caso lo que no sucederá nunca es que haya alguien a quien le deje indiferente lo visto, lo cual ya es algo a elogiar porque, según mi modesta opinión, la peor reacción que puede provocar una película es no provocar reacción alguna en el espectador.
Hay que verla, como todo lo de Scorsese.


Para ver el trailer pincha aquí

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