viernes, 26 de febrero de 2010
Enemigos Públicos
Tal es el caso, siempre bajo mi humilde punto de vista, de films como Gun Crazy (Joseph H. Lewis), Scarface (Howard Hawks), Al rojo vivo (Raoul Walsh), Uno de los nuestros (Martin Scorsese), El padrino (Francis Ford Coppola), El padrino II (Francis Ford Coppola), Érase una vez en América (Sergio Leone), Muerte entre las flores (hermanos Cohen), Bonnie & Clyde (Arthur Penn), Atraco perfecto (Stanley Kubrick) o La jungla de asfalto (John Huston).
Pues bien, a partir de ahora se sumaría a esta lista (sin duda mermada por mi ya ajada memoria) la excelente Enemigos Públicos de Michael Mann.
Todas las películas anteriores disponían de excelentes ambientaciones, la mayoría en los años de la gran depresión, que nos hacían contemplar la historia cómodamente situados desde la distancia. Con esta película Mann va más allá. Rueda con cámara digital, lo cual le permite obtener una saturación cromática que confiere un marcado aire de modernidad a la historia, lo que ya no va a permitirnos observarla cómodamente distanciados de ella; nos introduce directamente dentro. Esta sensación se acentúa mucho más en gran parte del metraje en el que, cámara al hombro nos acerca sobremanera a la acción y rostros de los personajes.
La película carece de una trama central, está constituida por una sucesión de momentos dramáticos que funcionan perfectamente por sí solos y con los que el director parece querer mostrarnos que lo importante va a ser la puesta en escena final, no la forma en la que se llega a ella.
Lejos de darnos lecciones morales o de pretender dar un aire romántico al personaje (la historia de amor está apenas desarrollada) Mann nos mostrará un Gangster con principios consciente de su propia leyenda. Leyenda a la que se enfrentará (quizá ya también consciente de su cercano final) en una secuencia memorable en la que Dillinger (Johnnie Depp) entrará en unas dependencias policiales medio vacías (todos los policías están formando parte en ese mismo momento de la operación montada para cazarlo) y contemplará claramente satisfecho toda su trayectoria delictiva plasmada en fotografías colgadas por toda la comisaría.
Tras esto el director nos ofrece una genial secuencia final brillantemente resuelta en la que podremos contemplar a John Dillinger frente a su propia imagen cinematográfica. Imagen plasmada en el personaje que Clark Gable interpreta en la película que éste ha ido a ver al cine (la película es Melodrama en Manhattan, estrenada en España bajo el título de “El enemigo público número 1”).
Llegado el final de la proyección el gangster será acribillado por la policía en plena calle.
De esta manera, Mann, al igual que Sam Peckinpah ya hiciera en “Pat Garrett y Billy The Kid”, retarda el final del protagonista concediéndole unos momentos de intimidad antes de su esperado y, por otro lado, conocido final.
Para ver el trailer pincha aquí.
martes, 23 de febrero de 2010
Shutter Island. Entre Fuller y Hitchcock
Si eres, como yo, un seguidor de Martin Scorsese y consideras, también como yo, que sus mejores obras son "Uno de los Nuestros", "Toro Salvaje", "Taxi Driver" y "Casino", sin duda saldrás de la proyección de "Shutter Island" con una ligera sensación de decepción. No obstante, a pesar de lo que acabo de decir, se trata de una obra notable donde encontramos reflejos del mejor Scorsese y, quizá, la promesa de que estamos cerca de recuperarlo en su plenitud.
En esta ocasión el director italo-americano toma la novela de Dennis Lehane y la traslada a la pantalla traduciéndola en una película de género (en el mejor sentido de la palabra), en un film de terror psicológico que transita entre lo real y lo onírico y hace equilibrios sobre esa fina linea que separa la cordura de la locura. Es en esos momentos oníricos, en esas representaciones de los sueños del protagonista donde encontramos las porciones mas valiosas de la última creación de Scorsese.
El personaje principal de la película, interpretado solventemente por Leonardo DiCaprio, es una persona obsesiva, compulsiva, de intensas reacciones y con una frágil estabilidad mental. Se trata de un tipo de personaje que podemos reconocer en la mayor parte de la obra de Scorsese, particularmente la de su mejor época, a la que hacía referencia al comienzo de este texto y al que en esos años ponía rostro Robert De Niro de una manera impecable (inolvidable la aterradora creación que hace del personaje de Travis Bickle en Taxi Driver).
Martin Scorsese, obsesivo cinéfilo antes que realizador, nunca ha negado ni se ha molestado en ocultar sus influencias que, en este caso, nos remiten a "Corredor Sin Retorno" de Samuel Fuller. Esta sería la influencia mas clara, aunque una visión mas precisa nos permitirá apreciar también en esta película algunas constantes del cine de Hitchcock, McGuffin incluido.
Como principal influencia Hitchcockiana me refiero, por supuesto, al hecho de presentarnos un personaje principal atormentado por una antigua experiencia traumática (Marnie, Norman Bates, John "Scottie" Ferguson,...) que marcará su devenir por la trama en la que se ve involucrado, una trama laberíntica en la que realidad y locura se entremezclan de tal forma que muchas veces no podremos asegurar si lo que estamos viviendo es real o un mero producto de la atormentada mente del protagonista.
El ambiente desasosegante, los juegos de luces y sombras que nos remiten al expresionismo alemán, una cámara nerviosa y una atmósfera claustrofóbica ponen la guinda de un pastel en el que la locura va "in crescendo" pasando de ser un personaje más hasta llegar a convertirse en la columna vertebral sobre la que se sustenta toda la historia.
Pero no todo van a ser elogios. Es cierto que, como he remarcado al comienzo, en este film podemos recuperar cosas del mejor Scorsese. Intensas interpretaciones, atmósfera absorbente, una violencia siempre a punto de aflorar y una tensión muy bien mantenida son las principales bazas de esta película. Pero no es menos cierto que, junto a estas cualidades, también podemos encontrarnos con la otra cara del director que, a modo de moderno doctor Jekyll, es capaz de mostrarnos su peor faceta, la de su tendencia a los excesos. Excesos que podremos encontrar en esta ocasión en una banda sonora que, por momentos, tiende a remarcar de forma innecesariamente estruendosa la tensión de determinadas secuencias cuando deberían ser las imágenes las que lo hicieran (especial atención al insoportable aumento de volumen de la música que acompaña la entrada de los protagonistas al recinto del sanatorio mental al inicio de la película).
Tratándose, como se trata, de una película de género, Scorsese tampoco evita el caer en ciertos convencionalismos como son ciertas trampas de guión (hay una clara discrepancia entre la resolución final de la historia y el modo en como comienza la película, aunque aquí cabría recordar que una obra maestra como Ciudadano Kane también comienza a partir de un clamoroso error de guión ya que en el momento de la muerte de Charles Foster Kane no había nadie presente, como se ve claramente, que pudiera escuchar esa famosa última palabra que luego todos los periodistas parecen conocer.) y algún previsible susto proporcionado por el consabido aumento de decibelios de los efectos sonoros en secuencias de mantenida tensión. No obstante, en este caso, no me cabe ninguna duda de que se trata de un empleo de clichés muy estudiado y realizado a modo de homenaje al género.
Con todo y con estos ligeros defectos que, como decía, podrían crear cierta sensacion de decepción la verdad es que el resultado final del conjunto es ciertamente notable. Habrá quién la criticará duramente, como siempre. Habrá quién saldrá deslumbrado de la proyección. Habrá quien saldrá claramente descolocado... En todo caso lo que no sucederá nunca es que haya alguien a quien le deje indiferente lo visto, lo cual ya es algo a elogiar porque, según mi modesta opinión, la peor reacción que puede provocar una película es no provocar reacción alguna en el espectador.
Hay que verla, como todo lo de Scorsese.
Para ver el trailer pincha aquí
domingo, 14 de febrero de 2010
Precius. Una Cenicienta entradita en carnes.
Una producción de cine independiente es aquella que, realizada al margen de los grandes estudios cinematográficos, consigue ver la luz a pesar de un pobre presupuesto. Y lo hace para contarnos una historia original que, de nacer bajo la sombra de esos grandes estudios, habría acabado por perecer ahogada en un mar de cine comercial carente de sustancia. Se trata de realizaciones rodadas a traves del personal prisma de su autor y que el espectador tiene la oportunidad de encontrar fuera de los circuitos comerciales habituales.
Fantásticos ejemplos de todo esto lo encontramos en el cine de realizadores como John Cassavetes (Faces, Una mujer bajo la influencia, Gloria), Jim Jarmusch (Permanent Vacation, Mystery Train, Extraños en el paraiso), Tom DiCillo (Vivir Rodando), Hal Hartley (Fay Grim, Henry Fool), Gus Van Sant (Mala Noche, Paranoid Park, Gerry),...En fin; trabajos originales y refrescantes que actuan a modo de faro permitiéndonos navegar con cierta seguridad por las embravecidas aguas del oceano de producciones hollywoodienses. Rompeolas que nos protegen de los embates de Avatares , Transformers y Armagedones.
No obstante, y como no todo es lo que parece, en ocasiones se nos cuela algun impostor dentro de este remanso de paz. Algún farsante que, aprovechándose de nuestra buena fé, nos cuela un subproducto digno de ser emitido por televisión en horario de sobremesa durante el fin de semana. Y es aquí donde llegamos a la película que nos ocupa.
Precius es la historia de una adolescente de color, prácticamente analfabeta, con obesidad mórbida y que es expulsada de la escuela pública a la que asiste con mas pena que gloria. El motivo de la expulsión no es otro que el de haberse quedado embarazada tras ser violada por su padre. Enseguida descubriremos que no es la primera vez que esto le sucede, puesto que ya tiene una hija nacida con síndrome de Down y fruto de otra violación de su progenitor.
Las penurias de esta cenicienta entradita en carnes, que fantasea frente al espejo con la idea de ser una famosa cantante o incluso una esbelta chica rubia y blanca (algo que el director nos muestra en una serie de flashes que dan verguenza ajena), no acaban aqui. Su madre la odia y la maltrata acusándola de quitarle a su hombre, echándole en cara el hecho de que le haya dado dos hijos en su lugar. Finalmente Precius descubrirá que además de dos hijos su padre también le ha dado el regalo del virus del sida.
Eso sí, una serie de castróficas desdichas rodadas con nervioso movimiento de cámara, con un zoom brusco y agresivo que nos ofrece sugerentes primeros planos, con una saturación del color que recalca la sordidez de la historia y con maravillosas interpretaciones por parte de las dos actrices que hacen las veces de madre e hija. Una factura muy característica del cine indie pero que, en este caso, no consigue ocultar la naturaleza sensiblera y carente de personalidad de los resultados.
Historias de adolescentes de barrios marginales (sean negros o blancos, gordos o flacos) llenos de problemas (buscados o no) cuyas vidas van a la deriva hasta que una profesora (o profesor) de gran corazón los acoge en su seno y les muestra que con el estudio y el trabajo duro el que no sale de esa situación es porque no quiere las tenemos rodadas por docenas,...y Precius no destaca sobre ellas.
Lo dicho, una película digna de ser emitida en Antena 3 durante la sobremesa del Domingo (no olvidar que la producción es de Oprah Winfrey, la Maria Teresa Campos de la televisión norteamericana) pero que, por su factura indie y por haber sido premiada en Sundance, acabará por ser emitida en la 2 de TVE algún Lunes por la noche.
Para ver el trailer pincha aqui
domingo, 7 de febrero de 2010
Paranoid Park. Una puta obra maestra
jueves, 4 de febrero de 2010
ANTICRISTO (Lars Von Trier, 2009)
martes, 2 de febrero de 2010
Malditos bastardos. Cine vengador
Todo esto bien agitado es lo que conforma la última obra de Quentin Tarantino "Malditos Bastardos". Una obra dificilmente clasificable, tremendamente gamberra, extremadamente divertida y muy, muy entretenida que, sin duda, y a pesar de no poder catalogarse como la mejor de su carrera (un puesto que, para mí, ocupa la fabulosa Jackie Brown), hará las delicias de todos los Tarantinianos confesos.
La película comienza con la frase "Érase una vez, en la Francia ocupada por los nazis..." avisándonos así que lo que vamos a presenciar no es mas que un cuento, una historia completamente inventada.
Tras este aviso inicial da comienzo una larga secuencia que muestra una vez más la gran pericia de Tarantino como dialoguista y que servirá de perfecta presentación para el villano de la función, el oficial de las SS Hans Landa (magnificamente interpretado por Chistoph Waltz) apodado "el cazajudios".
Landa se presenta en la granja de un campesino del lugar y, con la excusa de completar un informe acerca de unos vecinos judios de éste que desaparecieron, entabla una conversación aparentemente inocente en un francés fluido. En un momento dado, siempre haciendo gala de una escalofriante amabilidad, el oficial pide al campesino proseguir la conversación en inglés (de esta manera se nos hace notar la gran cultura de este personaje), idioma que le permite expresarse con mayor facilidad. El campesino que, sorprendentemente, también habla bien el inglés, acepta. Es en ese momento cuando Landa se despojará de la máscara y nos descubrirá su verdadera naturaleza. Sabe que el campesino oculta toda una familia judia bajo el mismo suelo de la cocina en la que se encuentran sentados hablando y sabe que esa familia no entiende el inglés y que, por tanto, no se estan dando cuenta de lo que se les viene encima.
Tras aterrorizar al campesino hasta hacerlo confesar, ordenará la matanza de toda la familia judia.
Con esta magistral secuencia de casi 20 minutos Tarantino nos acaba de presentar a ese cínico monstruo que es el gran descubrimiento de la película.
Cada capítulo queda estructurado en forma de dilatada secuencia en la que la palabra y la violencia son los principales protagonistas. De esta forma transcurre la historia. Una historia que, repito, sin ser lo mejor de Tarantino, y a pesar de contar con un par de escenas perfectamente prescindibles, está muy bien compensada y se disfruta con agrado hasta llevarnos a un final catártico. Un final en el que el cine actúa como paladín de las causas justas, siendo capaz de trascender y proyectarse más allá de la pantalla para, como angel vengador, señalar y dar buena cuenta de los verdugos que, despojados de toda humanidad, se han convertido en caricaturas de si mismos.