jueves, 23 de diciembre de 2010

La Mujer sin Piano. Joder, que noche.

SINÓPSIS.
En La Mujer Sin Piano, segundo largometraje de Javier Rebollo, durante los compases iniciales seguimos a Rosa, su protagonista, durante 24 hrs. Este tiempo será suficiente para comprender que Rosa (Carmen Machi) no tiene una vida desgraciada, aunque si que resulta gris y vacía.
Atrapada entre las rutinas de las labores del hogar, asfixiada por un matrímonio en el que ya no hay amor y en el que toda comunicación ha quedado reducida a intrascendentes debates acerca de la forma de preparar las costillas para la cena y presa de una soledad que le hace ir encendiendo televisores con la única intención de que el sonido de éstos le sirvan de compañia, Rosa una noche decidirá hacer la maleta y sumergirse en la noche en pos de una nueva existencia.

BORRÓN Y CUENTA NUEVA.
No es solo Rosa (personaje) quién pretende hacer borrón y cuenta nueva modificando su imagen tras el maquillaje y una peluca, también Carmen Machi (actriz) parece pretender, con este papel, cambiar su habitual registro cómico por uno mas serio y contenido, que no dramático.
Es éste un cambio que ya nos venía anunciado desde Lo Que sé de Lola, anterior film de Javier Rebollo (su primer largometraje), donde contaba con un breve papel, pero es ahora, con la elección de interpretar a Rosa, cuando Carmen Machi presenta toda una declaración de intenciones. Y es que Rosa está estrechamente emparentada con Aida, el personaje televisivo al que Carmen Machi debe su éxito y aúnque ambas mujeres provienen de similar nivel social y ambas buscan en el fondo de una copa de cognac la escapatoria a esa realidad que las asfixia, lo hacen en registros diametralmente opuestos. Las dos son amas de casa de clase obrera con un marido ausente (aunque por diferentes motivos) y pertenecientes a la cultura de la copa de cognac y el bocata de calamares, si. Pero, mientras que en el caso de Aida esta circunstancia se emplea como recurso cómico para construir un personaje gritón, a menudo histriónico y siempre arquetípico, en el caso de Rosa permite a la actriz dar a luz un personaje silencioso y casi invisible. Un personaje de gestos y de emociones contenidas que es interpretado huyendo del arquetipo de habitante de barrio castizo que tanto atrae al cine español.

ECOS DE OTROS CINES: LAS REFERENCIAS DE JAVIER REBOLLO.
Con un guión practicamente inexistente y con una casi total ausencia de diálogos, ya que no hay palabras que puedan expresar lo que las imagenes de Javier Rebollo nos muestran, la película se apoya completamente en un estilo de rodaje que auna una banda sonora consistente en el hipnótico resonar de los tacones de la protagonista en la noche madrileña con una espléndida fotografía en tonos azulados que sugieren el tono onirico del relato. Tono onírico que irá adquiriendo tintes surrealistas conforme vayan desfilando por la escena el resto de personajes con los que Rosa se cruza a lo largo de su escapada nocturna.
Resultan evidentes las referencias de Javier Rebollo a la hora de enfrentar este proyecto. Por un lado tanto la protagonista y su nivel social como el tipo de fotografía nos remiten sin lugas a dudas al cine de Aki Kaurismäki, especialmente a La Chica de la Fábrica de Cerillas. Y no acaban aqui las similitudes con la obra del director finlandés, no. Javier Rebollo introduce en su película imagenes del trio que formaron Bush, Aznar y Tony Blair para perpetrar ese crimen que fue la invasión de Irak de la misma manera que Kaurismäki recuerda en su película la masacre de Tiananmen.
Por otro lado, constituyendo quizá la referencia más clara, también nos remite a la magnífica Jo, Que Noche de Martin Scorsese. En cualquier caso podríamos hablar de una fusión de ambas, con menor carga dramática que la de Kaurismäki y suprimiendo el marcado caracter cómico de la surrealista experiencia del protagonista de la película de Scorsese.
Curiosamente, el surrealista deambular de la protagonista del film de Rebollo y sus interacciones con curiosos personajes recuerda también, en ocasiones, al periplo del protagonista de Los Límites del Control (Jim Jarmusch, 2009) por tierras españolas. En este caso, dado que ambas se rodaron en el mismo año, más que de una referencia deberíamos hablar de una anecdótica casualidad.

LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD.
En los primeros compases de la película vemos como Rosa se estrella contra el muro de la burocracia cuando, en la oficina de correos, se le niega la entrega de un paquete por tener el DNI caducado.
-Pero, mira ¡si soy yo!- insiste nuestra protagonista poniendo su documento de identidad junto a su cara.
La fuga de Rosa es, más que una huída, una busqueda de su propia identidad perdída. La rutina del día a día, la despersonalización de su matrimonio y una sociedad en la que sucesos relevantes como la invasión de un país por tropas extranjeras quedan como ruido de fondo entre la insigne multitud de programas basura emitidos por televisión han hecho que esta mujer no acabe de saber como se siente. Es por esto que la visión de la escena de cacería que adorna la cabecera de su cama tanto le inquieta. No sabe si identificarse con ese ciervo agonizante derribado por dos flechas o hacerlo con ese cazador que, contando solo con dos flechas para rechazar el ataque de tres lobos, augura un futuro incierto. Y es por esto que Rosa decidirá apearse en marcha del tren de su vida (toma el cuadro, lo descuelga y lo guarda fuera de la vista) y buscarse una nueva identidad.
Pero La Mujer Sin Piano es una película en la que queda poco espacio para la esperanza. De la misma manera que, en determinadas situaciones, la cámara parece llegar tarde para mostrarnos lo que está sucediendo en la escena, Rosa parece que también ha llegado demasiado tarde para tomar las riendas de su propia vida.
Desde ese empleado de la estación de autobuses que le cierra la ventanilla de venta de billetes en sus narices hasta el camarero que se niega a servirle porque ya va a cerrar el bar, pasando por ese guardia de seguridad que aparece siempre que Rosa se lleva un cigarrillo a la boca para recordarle que no está permitido fumar, indican que la realidad que la atenaza acabará venciendo.
No obstante, aunque es cierto que el devenir de los acontecimientos relatados en la historia destilan pesimismo, Rebollo también nos muestra que siempre puede quedar un resquicio por el que se cuele la esperanza y, de esta manera, puede que tras las últimas palabras de Rosa en la escena final decidamos que su claudicación es solo aparente.

CONSIDERACIONES FINALES.
Este segundo largometraje del antes cortometrajista Javier Rebollo resulta un trabajo, cuanto menos, recomendable.
Cierto que no es perfecto y que la tremenda dilatación de algunas de sus escenas puede acabar con la paciencia de algún espectador, pero, a mi entender, se trata de un trabajo notable. Un trabajo que muestra que en España también puede haber cine de autor. Que no todo va a ser cine ambientado en la guerra civil  o en la posguerra.
La recomiendo, aunque no a todo el mundo.

Para ver el trailer, pinchad aqui.

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