jueves, 19 de marzo de 2015

Inherent Vice. "The dude" viaja a California.

Si en Pozos de Ambición Paul Thomas Anderson nos hablaba de la fiebre capitalista en la Norteamérica del siglo XIX y en The Master lo hacía sobre las heridas de la guerra y la paranoia que acompañó a ese país en los años 50 durante la guerra fría, con Inherent Vice el realizador se encarga de volver a radiografiar a la sociedad norteamericana centrándose, en esta ocasión, en el fin de los sueños hippies de inicios de los 70; una época también de paranoias y delirios gestados, esta vez, bajo la influencia de la marihuana.
Con este tríptico (quien sabe si transformado en tetralogía con el tiempo) Anderson parece dedicado al estudio crítico de la historia de su país a través de la disección de la sociedad en la que habitan los personajes de sus películas.
En lo que a su último trabajo se refiere, el vehículo elegido ha sido la trama detectivesca al más puro estilo del cine negro. Un vehículo en el que reverberan claramente los ecos de las obras de otros cineastas. La noche se mueve (Arthur Penn) y El sueño eterno (Howard Hawks) son las fuentes de las que se alimenta Inherent vice; unas referencias que el director de Boogie Nights no duda en reinterpretar para, de esta manera, dar una vertiente mas modernista a los viejos arquetipos del cine negro. No es de extrañar, por este motivo, que el personaje de "Doc", excepcionalmente interpretado por Joaquim Phoenix, deba mucho más al "Nota" de los hermanos Cohen que al Marlowe de Hawks convirtiendo, así, en algo mucho más creible un arquetipo ya algo trasnochado.
En lo que si que se mantiene fiel Anderson, en cuanto a tradiciones cinematográficas de cine negro se refiere, es en el desarrollo de la trama. El director no tiene ningún reparo en introducir a su protagonista en una intriga de tan enrevesado discurrir que, a su lado, el Sueño eterno parece todo un ejemplo de coherencia narrativa y en el que el espectador, yo el primero, se pierde con facilidad. Pero esto no parece importarle al realizador ya que sus intereses apuntan en otra dirección mucho más suculenta.
Los intereses de Paul Thomas Anderson se centran en largos diálogos rodados en interiores que van introduciendo al espectador en el ambiente sonámbulo inducido por las drogas y en el sentimiento de melancolía por el final de los sueños de la utopía hippie. Un final que viene marcado por la aparición del caos y el fanatismo representados aquí por toda una serie de excéntricos personajes (moteros neonazis, nacionalistas negros, empresarios corruptos, policías fascistas,...) de entre los que sobresale el millonario interpretado por Eric Roberts; un personaje definido como un judío al que le gustaría ser nazi y que representa a la perfección la desorientación en la que se movía la sociedad Norteamericana de la época.
Inherent Vice es una película que fascinará a unos y odiarán otros. Yo estoy entre los primeros.
 
Para ver el tráiler pinchad aquí.

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