domingo, 18 de septiembre de 2011

Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos.

Zhang Yimou es un director que nos tiene acostumbrados a radicales cambios de registro.
Comenzando desde un cine costumbrista cercano al neorrealismo con películas como Sorgo Rojo, La Linterna Roja  o Ju Dou, Semilla de Crisantemo (y tengo que adelantar que este es el cine que prefiero) que luego aparcaría para pasar a experimentar con los colores y los cables en su trilogía de fantasía y artes marciales compuesta por Hero, La Casa de las Dagas Voladoras y La Maldición de la Flor Dorada para acabar, tras esta etapa, por hacerse cargo de la creación de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Pekin ahora aborda un proyecto no de tan gran envergadura pero sí ambicioso y, sin duda, arriesgado: el remake de la ópera prima de los hermanos Joel y Ethan Coen  Sangre Fácil.

Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos nos relata como una mujer, junto a su cobarde amante, planea asesinar a su déspota y maltratador marido. Un marido que, sospechando la traición, contrata a su vez a un policia corrupto para que acabe con la pareja.
Pero el policia tiene sus propios planes lo cual, junto a las actividades de otra pareja de trabajadores de la tienda de fideos regentada por el marido, enredará la situación hasta límites insospechados.

La película original es un thriller sucio, lleno de tensión y con los habituales ribetes de humor negro de los Coen. La película de Yimou es....otra cosa.
El cineasta asiático nos brinda una extraña mezcla de western y ópera bufa  de dificil asimilación para el espectador occidental.
La película funciona muy bien a ratos y, curiosamente, estos ratos son, a pesar de los impresionantes exteriores y la espectacular fotografía, los momentos en los que el film transcurre en interiores y lo hace de forma pausada y sin diálogo tratándose, generalmente, de escenas nocturnas.
El resto de la película, con sus tomas zenitales, contrapicados, caidas sin gracia y las histriónicas interpretaciones de unos actores sacadados del Kabuki, puede llegar a provocar una gran irritación en el ojo de un espectador que, como el occidental, no se encuentra habituado a este tipo de espectáculo.
Quizá la culpa sea nuestra y de un cierto anquilosamiento o quizá haya ciertas diferencias culturales que sean insalvables y haya que ser chino para poder disfrutar la película en su totalidad. Lo que no puede negarse es que Zhang Zimou es un director en continua experimentación, capaz de afrontar con total convencimiento cada proyecto y que cree firmemente en lo que hace. Un autor cuyas obras nunca pueden ser acusadas de dejar indiferente al espectador.

Para ver el trailer pinchad aquí.

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