viernes, 2 de septiembre de 2011

Super 8. E.T. se hizo adulto.

Receta para un plato veraniego:
Tómese un par de medidas de Los Goonies. Añádase una medida de E. T. y aderécese la mezcla con esencia de Tiburón.
Espolvorear la masa con una pizca de conflicto familiar y algo de crisis infantil y completar con un toque nostálgico.
Servir, preferentemente sobre una fuente de efectos especiales.

Super 8, el último plato cocinado por J. J. Abrams, obedece a esta receta y el resultado es una película-homenaje al cine que Steven Spielberg hacía cuando algunos de nosotros todavía éramos jóvenes. Cuando los acontecimientos familiares eran filmados en Super 8 y uno tenía que esperar tres días para que su película fuera revelada en la tienda del barrio. Cuando los mejores estrenos del año llegaban a nuestros cines en Verano y Navidades y teníamos que superar largas colas para comprar nuestra entrada. Cuando, al finalizar la proyección, el público aplaudía.
Para ese niño, ése que iba emocionado al cine y soportaba estoicamente la larga cola frente a la taquilla acompañado por sus padres, Super 8 habría sido una película que quedaría grabada en su memoria como una obra maestra. De la que hablaría entusiasmado con sus amigos una y otra vez y que, seguro, vería en más de una ocasión.
Y, es que, para ese chaval, Super 8 lo tiene todo. Tiene ritmo, tiene un espectacular accidente de tren, tiene momentos divertidos, tiene momentos para emocionarse, tiene buenos, tiene malos, tiene niños que tienen que asumir el papel de heroes y tiene un monstruo.
El problema es que, al menos en mi caso, ese chaval ya no está ahi. La edad, el bagaje cinematográfico acumulado a lo largo de los años y, porqué no, la vida lo han ido enterrando hasta tal punto  que me  ha sido completamente imposible (y de verdad que lo he intentado) recuperarlo a la hora de afrontar el visionado de está película. De manera que los ojos que la han visto han sido los míos en lugar de los suyos y lo que han visto estos ojos, incapaces de no analizar lo que se expone ante ellos, es, ciertamente, una película de buen ritmo y en la que muy acertadamente, y como ya ocurriera en Tiburón, se nos raciona la forma de mostrarnos al monstruo a fin de que la imaginación, madre de todos los terrores, cobre mayor protagonismo. Pero también han visto una película de personajes planos y subtramas escasamente desarrolladas y pobremente resueltas fruto de un guión esbozado a base de trazos excesivamente gruesos que pretende hacernos comulgar con ruedas de molino. Y es que, seamos realistas, a pesar de estar hablando de cine fantástico...¿acaso no resulta excesivo pretender que nos traguemos sin más que ese extratrerrestre superpoderoso al que parece que nadie es capaz de detener fuese una vez reducido por los militares y que, a su vez, éste no fuera capaz de escapar de un vagón de tren de no ser porque alguien provocara su descarrilamiento? y, ya puestos, ¿debemos también tragar con que en medio de semejante desastre quede un coche perfectamente reluciente y con el camino despejado para que los niños puedan escapar en él?
Lo cierto es que Super 8, pensada como una película de tintes nostálgicos por su director, cumple con su función...al menos en parte, ya que si bien no consigue despertar en mí la nostalgia por una forma de hacer cine si que consigue despertar la nostalgia por una mirada que era capaz de ver esas películas de manera inocente y que, me temo, se ha perdido para siempre.


Para ver el trailer pinchad aquí

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