martes, 8 de febrero de 2011

Elisa K. (In)voluntarios olvidos.

Durante mucho tiempo, incluso diría que hoy todavía, la palabra español es una palabra que ha adquirido carácter de adjetivo calificativo, de manera que, al escribirla a la derecha de la palabra cine la expresión cine español adquiría tintes de género cinematográfico. Un género que, para colmo, ha ido quedando asociado a la imagen del señor bajito que persigue suecas, a la de la señora que, a las primeras de cambio, se saca una teta y a ese fenómeno vergonzoso y fraticida que fue la Guerra Civil Española.
Yo, por mi parte, no veo cine español porque no creo en su existencia, de la misma manera que no creo que existan el cine americano, cine francés, el cine italiano,...y paro aquí porque, de no hacerlo, la lista sería interminable.
Directores españoles como Víctor Erice, Luis Miñarro, Jose Luis Guerín, Jaime RosalesDaniel Monzón, Albert Serra, Isaki Lacuesta, Mar Coll, Luis BuñuelLuis García Berlanga se han ido encargando de darme la razón y han ido demostrando, a través de sus trabajos, que el cine español no existe. Que en España, al igual que en el resto del planeta, lo que se hace es cine. Unas veces cine de autor, otras cine de género. Unas veces se hace mejor y otras peor, pero lo que se hace es cine.
Por eso yo no veo cine español. Solo veo cine y, sobre todo en el caso del rodado en España, procuro hacerlo sin prejuicios.
Elisa K es un trabajo de esos que le permiten al cine rodado en nuestro país sacudirse de encima el estigma del Landismo y que nos recuerda que los cineastas españoles son capaces de acometer empresas que nada tienen que ver ni con la guerra civil ni con el humor escatológico con el que, nosotros mismos, tendemos a identificar nuestro cine.
Elisa K es un trabajo osado. Un original y breve díptico rodado por la dupla de directores constituida por Jordi Cadena y Judith Colell.
La película, que cuenta con un magistral empleo de la elipsis, esta estructurada en dos partes claramente diferenciadas rodadas en diferentes estilos, cada una de ellas, por cada uno de los directores.
Durante la primera parte, dotada de una cuidadísima puesta en escena y una espectacular fotografía en blanco y negro, rodada por Jordi Cadena, conoceremos a Elisa a sus 11 años. Guiados en todo momento por un anónimo y omnipresente narrador que acentúa el origen literario del relato y que, en ocasiones, llega a anticiparse a la acción, asistiremos a la idílica jornada que, una vez cada quince días desde la separación de sus padres, disfruta Elisa. En esta ocasión un suceso terrible tendrá lugar a lo largo de esa jornada. Un suceso que Elisa enterrará de forma (in)voluntaria en lo más profundo de su mente.
Tras una elipsis en la que transcurren catorce años retornamos, de la mano de Judith Colell en esta ocasión, ya en color, a la vida de Elisa y la contemplamos en su placentera existencia viviendo en el extranjero y compartiendo piso con una amiga. De repente y sin saber muy bien ni como ni porqué...Elisa recordará.
El marcado carácter descriptivo presente en la primera parte de la película, que venía reforzado por la voz en off, desaparece por completo en esta segunda parte del relato para dar paso a una narración marcada por la intensidad. Una intensidad que se refleja en la larga secuencia de la crisis histérica que sufre la protagonista (todo un recital interpretativo de Aina Clotet) y en la que acabará por vomitar, literal y metafóricamente, todo lo que llevaba ocultando/ocultándose durante tanto tiempo.
Lo que le sucede a Elisa a sus 11 años es una triste realidad que podemos encontrar todos los días en los periódicos y a la que los directores de esta arriesgada película consiguen dar un tratamiento completamente alejado del edulcoramiento melodramático con el que estos temas tienden a ser abordados. Es por esto que el tremendo suceso tiene lugar fuera de campo, en unas circunstancias difíciles de creer (quizá uno de los pocos peros que pueden ponerse al film), e incluso podríamos llegar a pensar, de no ser por que nos acaba de ser anunciado por la profética voz en off, que no ha tenido lugar.
Elisa K es una película que, desde una perspectiva asombrosa y arriesgada, nos muestra los mecanismos por los que una mente es capaz de llegar a enterrar en lo mas profundo un hecho traumático y como éste, como una bomba de espoleta retardada, acaba por hacer explosión, largo tiempo después, dinamitando la existencia de la víctima y convirtiéndola en víctima por segunda vez.
Pero la película no es solo eso. En sus minutos finales, en una secuencia clave, estupendamente filmada, también nos hablará de la cegera y el olvido voluntario de algunos padres incapaces de actuar con valentía y de los hijos que piden cuentas a sus padres por ese motivo.
Y todo esto en 72 minutos.
Hay que verla.

Para ver el trailer pinchad aquí.

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