lunes, 14 de enero de 2013

The deep blue sea. Un fantasma entre dos mundos.

1950.
Tras una toma en la que observamos un edificio semiderruido de Londres, la cámara se va alzando en un travelling que recorre, de arriba a abajo, la fachada de un edificio hasta finalizar, tras ver a una vecina depositando las botellas vacias de leche en el portal del edificio y a otro vecino observando el exterior desde el primer piso del inmueble, a una ventana cuyas cortinas son echadas por una mujer a fin de llevar a cabo un acto suicida.
Al final del film nos topamos  con el mismo trayecto pero a la inversa en esta ocasión. Las cortinas se abren a la luz del sol a manos de la misma mujer que se entregaba a una romántica muerte en los primeros compases de la historia y la cámara comienza un lento descenso para mostrarnos al vecino del primero tomando el te y a la vecina de la planta baja recogiendo las botellas de leche ahora llenas para terminar por desplazarse hacia unas ruinas en las que unos niños se encuentran jugando. Los niños rápidamente desaparecen del encuadre y la cámara se aproxima lentamente hacia el vacío de esas ruinas.
The deep blue sea, la magistral película de Terence Davies, es la historia de ese vacío. Un vacío que impregna toda la vida de Hester, la protagonista de la película, y que la hace deambular por su existencia como un fantasma; como una mujer que habita en el límite entre dos mundos, pasado y presente, sin conseguir avanzar porque, para el realizador británico, el tiempo es inamovible y su progresión es circular volviendo siempre al punto de partida. Es por esto por lo que siempre veremos a Hester en la penumbra, o envuelta por el humo de un cigarrillo, o junto a su propio reflejo. Y es también por esto por lo que cuando Hester intenta avanzar en el presente (corriendo hacia el metro o divirtiéndose en un pub) siempre surge el recuerdo del pasado para detener el tiempo e impedírselo.
Hester (maravillosa Rachel Weisz) es un espectro de alma atormentada atrapado entre dos hombres, entre la vida y la muerte, entre el amor y la lujuria, entre la tradición y la modernidad o, como la expresión inglesa a la que hace referencia el título, between the devil and the deep blue sea (entre la espada y la pared).
The deep blue sea es un duro melodrama que te mantiene encogida el alma y al borde del llanto durante los 98 minutos de su metraje; un trabajo de naturaleza teatral tan sobriamente rodado como la mejor de las producciones de la BBC; un film magníficamente interpretado; un encomiable trabajo fotográfico en base a una paleta de colores tan difuminados y mortecinos como la propia alma de la protagonista; un relato directamente emparentado con la excelente Deseando amar (Wong Kar-Wai, 2000), una película evocada hacia el pasado a raíz de una secuencia en la que el protagonista susurraba a un agujero del muro de un templo camboyano para que quedara conservado en éste el recuerdo de una incurable herida en su corazón, y tan desgarrador como ésta...
The deep blue sea es la mejor película que he visto en mucho tiempo. Una película perfecta en todos los sentidos.
 
Para ver el trailer pinchad aquí.