sábado, 17 de marzo de 2012

The Artist. Un mensaje al presente.

Históricamente el cine ha resurgido en los periodos de grandes crisis dando sus mejores obras. Quizá haya que agradecer entonces a la acuciante situación económica actual que afecta al mundo (porque la crisis es una crisis mundial a pesar de que ciertos sectores en este país anden empecinados en vendernos que una única persona, de artesanal apellido, ha sido la responsable) el que, inesperadamente, asalte las carteleras de los cines una propuesta como The artist.
En medio de un panorama cinematográfico, el proveniente de Estados Unidos, en el que toda oferta queda básicamente reducida a estruendosas explosiones, frenéticas persecuciones, efectos especiales enfocados a un 3D descaradamente comercial y reseteos de historias ya contadas, Michel Hazanavicius nos presenta The Artist, una producción silente rodada en blanco y negro con el más puro estilo del cine de los años cincuenta.
Cierto que la película no parte de un guión muy original. La historia de una estrella del cine mudo cuya carrera comienza un descenso en barrena con la llegada del cine sonoro y que encuentra su tabla de salvación en una bellísima y joven actriz cuya proyección, precisamente con la llegada del cine sonoro, es la de un fulgurante ascenso es una historia que nos remite directamente y sin tapujos a otras películas como Espejismos (King Vidor, 1928)Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952) o, porqué no, Candilejas (Charles Chaplin, 1952) pero que, precisamente por la imperante situación social, adquiere una rabiosa actualidad en cuanto a que nos habla de la historia de la caida de todos aquellos seres que, empeñados en aferrarse a su vida de comodidad y divertimento, se negaron a querer ver el inminente fin de la bonanza y la necesidad de adaptarse a la nueva situación que la llegada del cine sonoro (entonces fue la llegada del sonoro, hoy es la crisis económica) imponía. Aquellos seres que ya pudimos ver en la obra maestra El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) agolpados alrededor de una mesa de poker o descendiendo por una escalera.
The Artist, con sus excelencias técnicas, sus magníficas interpretaciones, su estupenda banda sonora, su evidente homenaje al cine silente -llega a hacer uso de una secuencia de La marca del zorro (Fred Niblo, 1920)- e incluso con su previsible final, es mucho más que un homenaje al cine de tiempos pasados enfocado a los cinéfilos o un estupendo divertimento. Es, al igual que la recientísima La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), un mensaje al presente. Tratándose, en este caso y a diferencia de aquella, de un imprescindible recordatorio de la necesidad de reconocer la actual situación social y modificar los estilos de vida para adaptarse a la nueva situación que nos ha tocado vivir.

Para ver el trailer pinchad aquí.