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domingo, 20 de noviembre de 2011

Melancolía. Nihilismo, minimalismo y apocalipsis.

De igual forma que ya sucediera con Anticristo, su anterior film, no podemos hablar de Melancolía (el, hasta el momento, último trabajo del cineasta danés Lars Von Trier) sin hacerlo de su excepcional prólogo. Díez minutos de imágenes ralentizadas y sin diálogo que, planificadas a modo de preludio operístico y acompañadas por un fragmento de Tristán e Isolda nos muestran todo lo que ha de suceder en la película.
Justine (Kirsten Dunst), vestida de novia, que apenas puede andar  a causa de numerosos hilos de lana que, a modo de densa telaraña, enredan sus piernas...; Claire (Charlotte Gainsbourg), con su hijo en brazos, avanzando con dificultad por un campo de golf de cesped extrañamente alto...; Justine contemplando asombrada como de la punta de sus dedos brotan chispas mientras pájaros muertos caen del cielo a su alrededor...; Justine, vestida de novia, arrastada por un torrente en una imagen que recuerda a la de la muerte de Ofelia tras ser empujada a la locura por el príncipe Hamlet...; Justine, Claire y Leo frente a la mansión familiar bajo un cielo de tres lunas...; un escalofriante plano del planeta errante Melancolía chocando contra La Tierra... Todo ello, orquestado al ritmo de la música de Wagner, sirve al siempre sorprendente director danés para ofrecernos su particular y minimalista versión del fin del mundo. Un apocalipsis provocado por el choque de dos planetas que sirve de metáfora literal del choque de las personalidades antagónicas de las dos hermanas protagonistas del film.
Siguiendo con las analogías con su anterior trabajo también en esta ocasión Lars Von Trier nos ofrece una película dividida en capítulos (concretamente dos).
El primero de los capítulos (responsable, según mi modesta opinión, de que esta película no acabe siendo una obra maestra) está dedicado a Justine y transcurre a modo de pequeño remake de Celebración (Thomas Vinterberg, 1998) en el que el danés carga con la cámara al hombro y, empleándola a modo de ariete, arremete contra la burguesía destruyendo su concepto de la belleza y la seguridad y poniendo su hipocresía al descubierto (ejemplares, en este sentido, los papeles tanto de la rebelde madre de Justine como el de su padre, ese payaso triste que, tras ofrecerse a estar siempre ahí para apoyarla, no duda en desaparecer cuando más lo necesita su hija).
En el segundo de los capítulos, dedicado éste a Claire, se retoma el buen pulso mostrado en el prólogo y asistimos al choque entre las dos hermanas y su forma de afrontar el desastre.
Mientras Claire se muestra aterrorizada ante la llegada de un inminente desastre para el que no hay escapatoria posible y que deja al descubierto la falsa seguridad que su vida burguesa parecía ofrecerle, su hermana Justine, aquejada de una profunda depresión e incapaz de ser feliz a pesar de tenerlo todo para poder serlo, por el contrario, afronta el final con serenidad y con el pleno convencimiento de que es lo mejor que puede sucederle a La Tierra ya que ésta es mala por naturaleza.
Este punto de vista, completamente Nihilista, convierte  Melancolía en una especie de proyección de Anticristo. Si en Anticristo sus personajes  transmitían la idea de que la vida es dolorosa y sin sentido en Melancolía se prolonga esta concepción con la de que estamos solos en un Universo plagado de momentos de destrucción y que el día que desaparezcamos nadie nos va a echar en falta. Es por esto que una luz que evoca muerte impregna toda la película.
Conociendo la naturaleza depresiva del autor y visto como ridiculiza la postura de Claire ante el final cuando propone esperarlo degustando una copa de vino, podríamos pensar que Lars Von Trier cree a pies juntillas los argumentos nihilistas que defienden que la vida es absurda y carece de finalidad. Sin embargo, a última hora y en un momento de cine mayúsculo, Justine hace algo mágico y poético encaminado a confortar a su sobrino...
¿Quizá preservar la infancia sea la finalidad de toda vida?

Para ver el trailer pinchad aquí.

jueves, 4 de febrero de 2010

ANTICRISTO (Lars Von Trier, 2009)


Dado que el Domingo es considerado por algunos como un día dedicado a la práctica del culto religioso, yo he visitado el único lugar que considero realmente sagrado -una sala de cine- para entregarme a la práctica de la única liturgia que realmente da paz a mi espíritu: el visionado de una película. Esta vez le ha tocado el turno a Lars Von Trier, director al que últimamente tenía algo abandonado, y a su tan controvertida Anticristo.
No voy a entrar en si se trata o no de una buena película, pero si que puedo asegurar que se trata de una de esas películas imprescindibles de ver. Te encantará desde la primera escena o la llegarás a odiar profundamente, pero jamás te dejará indiferente.
Trier lleva su carácter misógino al extremo y nos muestra un personaje femenino que se mueve con el único objetivo de conseguir placer ¿y como lo alcanzará? por supuesto a través del sexo.
Su naturaleza demoníaca y libidinosa le llevará a permitir la muerte de su hijo sin hacer nada por evitarlo y a proferir crueles castigos físicos a su marido para evitar ser abandonada por éste.
Como muy bien expresa el zorro parlanchín de la película: “el caos reina”, pero sospecho que, al contrario de lo que el director pretende hacernos creer con algunas de sus declaraciones, se trata de un caos controlado, muy meditado.
La película está estructurada en cuatro capítulos -de los cuales el prólogo es, sin duda, lo más fascinante que se ha rodado en años- y nos cuenta la historia de un matrimonio que, tras la perdida de su hijo, se traslada a una cabaña en medio del bosque con el fin de conseguir que la madre supere el trauma ocasionado por dicha pérdida.
El lugar se llama “Edén” y los personajes no tienen nombre, por lo que muy bien podría tratarse de Adán y Eva y su expulsión del paraíso.La naturaleza, lejos de tratarse de un reducto de paz, se nos muestra como inhóspita y cruel, envuelta por una inquietante banda sonora y retratada por una maravillosa fotografía.
Al finalizar la proyección aparece una dedicatoria a Tarkovsky. Probablemente Lars Von Trier, considerándose como se considera a sí mismo el mejor director en activo del mundo, crea haber filmado su particular Stalker,... ¡ni de lejos! no obstante a mí la peli me ha encantado y recomiendo a todo el mundo que la vea. A algunos les parecerá excesivamente dura y cruel, incluso desagradable, pero…. ¿acaso la naturaleza humana no lo es?