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viernes, 11 de mayo de 2012

La chispa de la vida. El gran carnaval.

No es ésta la primera ocasión en la que hago referencia a la genial película de Billy Wilder, El gran carnaval, en este espacio. Han transcurrido ya cerca de 20 meses de la primera vez que, en aquella ocasión, fue debida al circo montado alrededor de la noticia del momento: el derrumbe de una mina en Chile que dejó sepultados a 33 mineros a 700 metros de profundidad durante algo más de 2 meses.
Durante aquel tiempo no había día en que los programas de televisión no reconvirtieran a sus colaboradores habituales, normalmente dedicados a la prensa rosa, en ingenieros de minas y expertos en rescates a fin de exprimir la nueva teta que había aparecido ante sus narices.
Los internautas no cejaban de colgar en youtube videos de los mineros atrapados, a fin de que el público pudiera ver saciadas sus ansias de morbo y sensacionalismo y, al otro lado del océano, los políticos y empresarios sin escrúpulos que habían autorizado la reapertura de la mina se dedicaban a eludir responsabilidades.
En el último trabajo de Álex de La Iglesia, La chispa de la vida, el realizador bilbaino nos cuenta la historia de Roberto (José Mota), un publicista en paro que alcanzó el éxito cuando se le ocurrió un famoso eslogan: "Coca-Cola, la chispa de la vida". Ahora es un hombre desesperado que, tras una nueva entrevista de trabajo fallida y humillante, regresa al hotel donde pasó la luna de miel con su mujer (Salma Hayek), intentando recordar los días felices. Sin embargo, en lugar del hotel, lo que encuentra es un museo levantado en torno al teatro romano de la ciudad. Mientras pasea por las ruinas, sufre un accidente: una barra de hierro se le clava en la cabeza y lo deja completamente paralizado. Si intentara moverse se moriría. Se convierte así en la estrella de todo un despliegue mediático.
Resulta inevitable, pues, que, durante el visionado de esta película, el pensamiento vuelva a dirigirse hacia la gran película del maestro Wilder.
Viendo La chispa de la vida, que, a fin de cuentas, es la película que nos ocupa en esta ocasión, podemos apreciar que algo a cambiado en el registro del ex-presidente de la Academia del Cine. Y es que esta película no finaliza, como muchos de sus anteriores trabajos, con un personaje colgado de las alturas y luchando por no precipitarse al vacío sino que comienza precisamente ahí donde las demás acaban. Esta película comienza cuando la caida ya se ha producido y lo hace, además, sustituyendo el escenario que también venia siendo recurrente en su cine, el circo, por el de un teatro romano. Un escenario sobre el que el bilbaino lanza, sin tapujos, una feroz crítica contra la sociedad actual. Un ataque descarnado y directo a ese circo mediático que nos rodea y en el que todo vale con tal de conseguir la máxima audiencia.
En esta ocasión no hay margen para la risa. El Álex de la Iglesia de esta película es un Álex enfadado con la sociedad actual que no va a permitir que el espectador se alivie, como en otras ocasiones, con una sonrisa, aunque sea amarga. Su intención es incomodar. 
Lamentablemente la propuesta no termina de levantar el vuelo debido, precisamente, a la total falta de sutileza del realizador. Los brochazos resultan demasiado gruesos. Los personajes carecen de más de una dimensión siendo descaradamente malos los malos y evidentemente muy buenos los buenos (con la única excepción, quizá, del personaje convincentemente interpretado por José Mota que termina por no mostrarse tan bueno como parecía en un principio), el mensaje resulta demasiado evidente desde el comienzo y sus edulcorados minutos finales en los que toda  posibilidad de esperanza queda condicionada al mantenimiento de la unidad familiar parecen más apropiados para otro tipo de producciones.
Seguiré esperando al Álex de la Iglesia con chispa. El de El día de La Bestia y La Comunidad, sus dos trabajos que prefiero. Seguro que no anda demasiado lejos.
 
Para ver el trailer pinchad aquí.

martes, 15 de febrero de 2011

Alex de la Iglesia. Genio y figura.


Desde que Alex de la Iglesia hiciera público su deseo de abandonar su cargo de presidente de la Academia Española del Cine surgieron multitud de interrogantes.
¿Reconsiderará su decisión?¿Le permitirán intervenir en la ceremonia de entrega de los premios Goya? y, de intervenir,¿hará referencia en su discurso a los motivos por los que ha optado por tomar tan drástica decisión o se limitará al típico y anodino discurso dedicado a ensalzar las excelencias del cine patrio?
El pasado Domingo dia 13 de Febrero se celebró la Vigésimoquinta Gala de los Goya. La gala con más morbo desde que, hace veinticinco años, una docena de amantes del cine la crearan. Y, como corresponde en un país lleno de morbosos como es el nuestro, el programa más visto en la noche del Domingo.
Todas las incógnitas fueron despejadas. Alex de la Iglesia, en el momento más esperado de la noche, habló. Lo hizo todavía como presidente y, lo más importante, lo hizo como la persona inteligente y coherente que es.
Sus palabras sirvieron para ratificar su decisión de abandonar el cargo y para recordar a la industria del cine que internet es una realidad del presente y que el futuro del cine pasa por reconocerlo y por comprender que si el público, la verdadera razón por la que se ruedan películas, ha decidido que prefiere disfrutar del trabajo de los cineastas desde la pantalla de plasma de su salón, desde su Ipod o desde el monitor de su ordenador entonces la industria deberá adaptarse a la nueva situación y ofrecer una solución creativa e innovadora. Solución que pasa necesariamente por la colaboración entre políticos, autores y público y que, desde luego, no puede reducirse a actuar judicialmente contra las páginas Web y servidores.
Aquí queda el discurso. Un discurso coherente con las ideas del que lo expresa. El discurso inteligentemente cargado de sinceridad e ironía del, posiblemente, mejor presidente que la Academia Española de las Artes Cinematográficas haya tenido nunca. El discurso de un personaje que ha visto el futuro pero al que no se le ha permitido acudir a su encuentro.

jueves, 27 de enero de 2011

Adiós Alex, hola Sinde.

Al parecer, finalmente y tras algunas modificaciones, la controvertida Ley Sinde verá la luz. Una ley que no contenta a nadie, ni a los internautas ni a los autores, y que acaba por dejar en manos de los jueces el cierre de páginas web que difundan contenidos que atenten contra la ley de los derechos de autor.
Solo tres días después de conocerse la noticia, la ley ya se ha cobrado su primera víctima. Alex de La Iglesia, actual presidente de la Academia del Cine, anuncia, a través de Twitter y de una carta dirigida al Diario El País, que dejará la presidencia de la Academia al día siguiente de celebrarse la 25 Gala de Entrega de los Premios Goya.
Al parecer, segun las propias palabras del director, su intención cuando comenzó todo el revuelo de la polémica ley siempre fué entrevistarse con internautas y autores a fin de conseguir un consenso entre ambas partes. Así lo tenía hablado con la ministra que da nombre a la ley, así lo habia hecho y ya disponia de propuestas de ambas partes.
Angeles Gonzalez-Sinde, sin embargo, decide de forma unilateral buscar un acuerdo político en lugar del acuerdo social del que había hablado con el cineasta y, tras conseguirlo, presenta las nuevas modificaciones de la ley que finalmente será aprobada.
Alex de La Iglesia, sintiéndose traicionado y en desacuerdo con el planteamiento final de la Ley Sinde toma entonces la decisión de abandonar el cargo, no de manera inmediata sino tras la próxima Gala de los Goya, a fin de no ser acusado de eludir responsabilidades ante el evento. 
Hoy ha saltado la noticia de que  Carlos Cuadros, director del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), ya anda moviendo hilos para apartar a Alex de La Iglesia de la Gala de los Goya a fin de que la ministra "no se sienta incómoda".
Lo cierto es que lo que se oculta tras todo este embrollo es la creación de una ley que pretende acabar con las webs dedicadas a la difusión gratuita de cultura. Webs que, hasta ahora, nos permitian tener acceso a trabajos cinematográficos de paises y directores que nunca verán la luz en las pantallas de nuestras salas de cine ¿alguien recuerda cuando fue la ultima vez que se estrenó en alguna sala de cine de nuestro país una película de Aleksandr Sokurov, Park Chan-Wook, Philippe Garrel, Kim Ki-Duk o Jia Zhangke, por poner algunos ejemplos? 
Pretenden obligarnos a rascarnos el bolsillo para sacar una carísima entrada de cine que nos obligue a ver una película acompañados por las conversaciónes de espectadores faltos de educación, envueltos por el incesante ruido de las palomitas masticadas por toda la sala y mecidos por las pataditas incesantes sobre el respaldo de nuestra butaca en una sala de la que seremos expulsados mientras banda sonora y títulos de crédito finales todavia estén siendo proyectados.
Difusión de la cultura sí, pero solo pasando por caja y en condiciones lamentables.
¿De verdad piensan que esto rescatará al Cine Español?¿Que acudiremos en tropel a ver Que se Mueran los Feos, Spanish Movie, Mentiras y Gordas o La Daga de Rasputín? Cuando no existia Internet tampoco íbamos al cine a ver esas películas.
Los autores harían mejor preocupándose de producir un mejor cine que de ir apoyando leyes que solo van en detrimento de la cultura.
Alex de La Iglesia parece un tipo inteligente y coherente ¿que quiere dejar la presidencia de La Academia? pues que la deje. Que se deje de politiqueos y que se dedique a lo que mejor sabe hacer: Rodar películas. Si me descargo la película y, tras verla, me parece buena quizá vaya al cine a verla. Lo que es seguro es que si, tras descargarla y verla, me parece buena la adquiriré en DVD o Blu-Ray ¿que pasa, que de eso no cobran?