martes, 30 de octubre de 2012

Cosmópolis. El espectro del Capitalismo recorre el mundo.

El tráfico de Nueva York se encuentra colapsado a causa de la confluencia de tres acontecimientos que mueven a las masas: la visita del presidente de los Estados Unidos para asistir a un congreso mundial de jefes de estado, el funeral de un famoso rapero y una manifestación anarquista que incendia y llena de violencia las calles mientras las pantallas gigantes de Times Square, que normalmente informan de las actividades de la bolsa, muestran, saboteadas por los manifestantes anti-sistema, la frase inicial del Manifiesto Comunista de Marx y Engels Un espectro recorre el mundo. El espectro del capitalismo.
En medio de todo el tráfico una lujosa limusina, en la que viaja un joven multimillonario asesor financiero (Robert Pattinson) trata de atravesar la ciudad camino a la peluqueria.
La limusina es un vehiculo blindado e insonorizado, de manera que todo el caos que la rodea se observa silencioso, como si estuviera sucediendo en otro lugar ajeno a nosotros, o, al menos, ajeno al personaje interpretado por Pattinson y al poder económico que éste representa.
Nos encontramos ante una gran metáfora: mientras el mundo se hunde a causa de una gran debacle económica los responsables de semejante cataclismo, los responsables del colapso del capitalismo, permanecen ajenos a lo que sucede a su alrededor. Todo el caos y el desastre generado por ellos no parece sino un mero contratiempo en su camino a la peluquería. Mientras los ciudadanos de a pie gritan y estallan en una manifestación de indignación y violencia ellos permanecen ajenos, dedicados a sus propios intereses: el sexo y los vacios intercambios intelectuales con sus asesores en el caso del personaje central de esta película.
Con Cosmópolis David Cronenberg, como ya hiciera con El almuerzo desnudo, Crash y Spider, vuelve a adaptar un texto literario a priori inadaptable. La diferencia con respecto a éstas reside en que, ahora, alejándose de sus características mutaciones de la carne el realizador canadiense abraza el "cine de la palabra" acercándose así a Godard y, como ya ocurriera en su anterior trabajo, Un método peligroso, basa su discurso cinematográfico en el diálogo. Un diálogo intrincado y retórico con multitud de líneas que obligan al espectador a, al menos, un segundo visionado de la película, sino un tercero.
Cosmópolis es una película diseñada para no dejar a nadie indiferente. Un trabajo incómodo que hipnotizará a unos y exasperará a otros. Una propuesta que obligará al espectador a mantener la atención como ninguna otra película acostumbra a obligar. Una realización inusual.
Muchos adjetivos pueden ponérsele al último trabajo de Cronenberg, cierto, pero hay uno que no se le puede aplicar: casual. Si hay algo que no es esta película es casual, al igual que no es casual que se rodara inmediatamente despues a Un método peligroso.
Un método peligroso, película que algunos tacharan de academicista, clásica y teatral era una película en la que se analizaba el origen del psicoanálisis y de las patologías de los inicios del siglo XX que acabarían por desembocar en el genocidio judio de mediados de siglo formando así un claro díptico con Cosmópolis, película en la que nos enfrentamos a un nuevo holocausto, económico en este caso, fruto de la principal patología del final de ese mismo siglo, el triunfo del capitalismo y que nos ofrece un personaje que, movido por estímulos sexuales, intenta descifrar el código cosmológico que mueve a los mercados financieros actuando, de este modo, como compendio de las teorias de Freud y Jung.
 
Para ver el trailer pinchad aquí.

domingo, 14 de octubre de 2012

Magic Mike. Hora de sentar la cabeza


En 2009 Steven Soderbergh realiza uno de esos experimentos que tanto le gustan y, con un reducidísimo presupuesto, cámara al hombro y tomando como protagonista a la conocidísima actriz porno Sasha Grey, rueda The Girlfriend experience, una pequeña joya en la que Soderbergh nos ofrece una particular e indirecta mirada al inicio de la crisis económica en Estados Unidos a través de una de sus víctimas, una prostituta de lujo.
Lejos de aprovechar para recrearse en las habilidades sexuales de su protagonista, habilidades de las que podemos encontrar múltiples muestras a través de Internet, el director nos introdujo en aquella ocasión en el día a día de la prostituta, de quién la cámara no se separa un solo instante, mostrándonos un mundo frío carente de emociones.
Ahora, tres años después y con la crisis ya definitivamente asentada en los Estados unidos, Soderbergh dirige su mirada hacia el mundo de los strippers masculinos contando para ello con el protagonismo de Channing Tatum, antiguo bailarin de striptease reconvertido ahora en actor.
Con esta premisa uno podría fácilmente suponer que Magic Mike, título del trabajo que en esta ocasión nos ocupa, es un experimento semejante al de The girlfriend experience, película a la que, dicho sea de paso, ya le dediqué unas líneas en su día en este blog. Nada más lejos de la realidad.
Para empezar, Magic Mike es una película de encargo, un proyecto del propio protagonista, dedicado también a las labores de producción, y tan deseoso de mostrar los entresijos de ese ambiente en el que se inició en el mundo del espectáculo como de presumir de sus innegables cualidades para el baile erótico. Y aquí es donde reside otra de las principales diferencias con The girlfriend experience porque si, como hemos dicho antes, aquella película huía de aprovechar las habilidades de la actriz para el porno en esta ocasión gran parte del metraje está dedicado a mostrar las dotes de Tatum, un tipo capaz de hacer bailar músculos de los que se desconocía su existencia.
A pesar de los múltiples tópicos presentes en la película (rencillas entre los bailarines, abuso de las drogas, pérdida del estrellato por la llegada de sangre nueva y más joven,...) y de una historia mil veces contada que finalmente queda reducida a la necesidad de sentar la cabeza buscando para ello el amor de una buena chica ajena a esos ambientes, Soderbergh realiza, tal y como nos tiene acostumbrados, un trabajo técnicamente impecable,  que en ningún momento deja de entretener y sobre el que deja su impronta de autor con su habitual fotografía virada al sepia. Un trabajo que consigue huir de mensajes moralizantes y excesos románticos y en el que destaca sobremanera la labor interpretativa de Matthew McConaughey quien, encarnando al propietario del club de striptease masculino y haciendo las veces de maestro de ceremonias del espectáculo borda el que es, sin duda, su mejor papel hasta la fecha.

Para ver el trailer pinchad aquí.