domingo, 22 de julio de 2012

Las malas hierbas. Celebración de la levedad.

Hay ocasiones en las que el deseo, desencadenado por un suceso fruto del azar, surge alterando nuestras rutinas habituales de la misma forma que las mlas hierbas son capaces de abrirse camino y crecer en medio del asfalto.
Esta idea, representada por la imagen recurrente de las malas hierbas que crecen en las grietas del asfalto de la ciudad, es la que encontramos en Las malas hierbas, la última película de Alain Resnais que llega a nuestras pantallas con un retraso de tres años (¿y pretenden que no nos descarguemos el cine a través de la red?) y en la que el nonagenario autor adapta, por vez primera, una obra literaria publicada (L´Incident, de Christian Gailly) para ofrecernos un inclasificable trabajo en el que la levedad, el deseo y el azar son los principales protagonistas.
Esta nueva película del autor de El año pasado en Marienbad (1961) o Hiroshima, mon amour (1959)  podría definirse como un musical sin canciones o una socarrona comedia romántica en la que el azar actua como motor de la historia.
Y es que es por azar que Georges (André Dussollier) encuente junto a su coche la cartera que le han sustraido a Marguerite (Sabine Azéma) a la salida de una zapatería al igual que es por azar que Marguerite sea aviadora cuando resulta que Georges siente gran admiración por la aviadora francesa de los años treinta Hélène Boucher. Todas estas fortuitas coincidencias derivará en una curiosa relación de atracción entre los dos protagonistas que Resnais se encarga de envolver en un aura de misterio (no conocemos nada del protagonista masculino. No sabemos a que se dedica ni si, realmente, ha cometido algún delito en el pasado) aderezado por una heterogenea banda sonora a cargo de Mark Snow, responsable de la música de la emblemática serie de ciencia-ficción de los años noventa Expediente X.
La fotografia, basada en los colores de las luces de neón, que recuerda al trabajo de Christopher Doyle y que el director francés ya empleara en Asuntos privados en lugares públicos (2006), los decorados, que por momentos nos transportan a Corazonada (Francis Ford Coppola, 1982) y escenas como la del primer encuentro entre los protagonistas a la salida del cine en el que él acaba de ver Los Puentes de Toko-Ri (Mark Robson, 1954) ponen de manifiesto el carácter de musical carente de canciones de la última obra del cineasta.
Alain Resnais parece, con este trabajo, que, a sus noventa años, quizá precisamente debido a ellos, haya decidido alejarse de la gravedad de otros trabajos para rodar una historia totalmente espontanea que por momentos parece construida sobre la marcha. Una película en forma de canto al deseo en el que la levedad, representada por esa cámara que sobrevuela la historia desde el incio, con la toma relentizada y recurrente del bolso de Marguerite volando por los aires, hasta el final cuando, tras sobrevolar rocas y jardines se introduce en la casa de unos desconocidos. Un trabajo, en definitiva, en el que se lleva hasta el extremo la idea de que todo es posible en el cine al ofrecérsenos un doble final. Uno que homenajea los "happy endings" típicos del cine hollywoodiense y otro completamente abierto a interpretaciones en el que, probablemente estemos siendo testigos del comienzo de una nueva historia.
Álain Resnais nos regala, con Las Malas hierbas, y a sus noventa años, todo un ejemplo de libertad y modernidad. Una obra maestra que te deja con la sensación, como el propio protagonista expresa en un momento de la película, de que "al salir del cine nada puede sorpenderte; puede suceder cualquier cosa..."

Para ver el trailer pinchad aquí.

martes, 10 de julio de 2012

Ernest Borgnine. Descansa en paz, grandullón.


Nos ha dejado, a los 95 años, Ernest Borgnine. Con él perdemos a otro de los grandes del cine que deja la imborrable huella de su imponente presencia en títulos imprescindibles como Marty, película por la que ganara un Oscar en 1955, Johnny Guitar, Grupo Salvaje, De aqui a la eternidad, Los Vikingos o Doce del Patíbulo.
Aqui queda, a modo de homenaje una de mis escenas favoritas de su filmografía y de toda la historia del cine (pinchad aquí).
Descansa en paz, grandullón.

domingo, 8 de julio de 2012

La Mujer de Negro ¿Segundo advenimiento de la Hammer?

Tras el rodaje en 2010 de Let it me, remake estadounidense dirigido por Matt Reeves del film sueco Déjame Entrar (Thomas Alfredson, 2008) y este mismo año 2012, con el estreno de La Mujer de Negro, la segunda película de James Watkins (Eden Lake, 2008) nos encontramos, sin lugar a dudas, con el segundo advenimiento de la Hammer, la mítica productora británica de peliculas de terror y misterio que viviera su época de mayor esplendor en los años 60.
La película, basada en la novela de Susan Hill, es el relato de la peripecia sufrida Arthur (Daniel Radcliffe), un joven abogado que acaba de perder a su mujer, enviado por la firma para la que trabaja a una recóndita aldea a fin de poner en orden los papeles de un difunto cliente y disponer la venta de su único legado: la mansión.
Legado es la palabra clave a la hora de abordar esta película ya que el legado es algo que está presente en varias de sus acepciones.
La primera, la más evidente, es la de legado como concepto de herencia, ya que la mansión dejada por el difunto del que apenas tendremos conocimiento a lo largo de la película es lo que, a modo de McGuffin, actua como detonante para el desarrollo de la historia.
La segunda, y más interesante, es la de legado como derivado del verbo legar en su acepción de transmitir ideas, arte,...y es ésta sobre la que vale la pena profundizar.
En La Mujer de Negro nos encontramos con una historia en la que los habitantes de una aldea sufren una maldición, a modo de legado, proveniente de fantasmas del pasado deseosos de venganza por la desgracia que sufrieron en vida.
Por otro lado la pelicula es una historia relatada, estética y formalmente, haciendo honor a los modelos de los que proviene: el maestro Hitchcock y sus historias de suspense con fondo melodramático, un ambiente opresivo que bien prodría ser el de la novela de Henry James Otra Vuelta de tuerca que ya adoptara Alejandro Amenabar en el rodaje de Los Otros, la omnipresente bruma y la ambientación victoriana de las películas de terror gótico de la Hammer...
Podemos decir, por tanto, que la película de James watkins nace, y con ella parece renacer la productora británica, a partir del legado de todos esos ancestros. Un legado al que el director es completamente fiel ofreciéndonos una opresiva historia de ambientación victoriana que transcurre entre la bruma de un siniestro pueblo maldito con mansión embrujada incluida, llena de previsibles giros y aderezada con unas secuencias de terror en la que el sobresalto proviene de los efectos de sonido insertados en post-producción y de algunos efectistas y muy efectivos primeros planos. Llegados a este punto cabria hablar de otro legado también recogido por el director: el cine de terror japonés de los últimos años.

Para ver el trailer pinchad aquí.