martes, 26 de julio de 2011

Revisitando: Jules et Jim.

En 1920 Franz Hessel (novelista, ensayista, traductor alemán y padre de stéphane Hessel, autor del famoso ¡indignaos!) publicó la novela Romance en París (Pariser Romanze), recientemente publicada por primera vez traducida al castellano. En ella se relata como un personaje llamado Wächter, el protagonista y narrador de la historia bajo el que suponemos se esconde el autor, se enamora de Lotte, una joven alemana a la que conoce en París en 1912 y que en realidad sería el resultado de la traslación al papel de Helen Grund, la que por entonces era su esposa. El relato de la historia de amor entre Wächter y Lotte lo iremos conociendo a través de la correspondencia personal que el protagonista mantiene con Claude, su amigo íntimo francés.
Claude es el nombre bajo el que se esconde otro personaje real, Henry-Pierre Roché, escritor francés íntimo amigo de Hessel y que, además, se convirtió en amante de Helen.
El escritor francés publicaría en 1953 una ficción basada en este triángulo amoroso que luego, en 1965, François Truffaut convertiría en su tercera película, Jules et Jim. Tanto la novela de Roché como la película de Truffaut pueden considerarse espejos en los que  Jules es el reflejo de Franz Hessel, Jim es el del propio Henry-Pierre Roché y Catherine es el de Helen.
Jules et Jim, la película de Truffaut, es una de mis favoritas y todo un referente de la Nouvelle Vague francesa.
El director francés filma, apoyado por la estupenda fotografía en blanco y negro de Raoul Coutard, no solamente el relato de una relación a tres bandas sino que nos ofrece todo un canto al amor, un himno a la vida y una invitación a vivir ésta con pasión.
Un poema de inesperado y trágico final, no por ello menos bello, pleno de momentos que dejan una impronta eterna en nuestra memoria. El relato de la ejemplar amistad entre dos hombres a los que solo la guerra consigue separar. El retrato de una mujer (inolvidable Jeanne Moreau) sensual, bohemia y pasional, cuya complejidad psicológica la arrastra a la autodestrucción. Todo esto es Jules et Jim y todo esto es lo que actualmente podemos volver a disfrutar gracias a la recuperación que, de esta película, acaba de hacer Avalon.
La distribuidora, para dar comienzo a su colección HD Inedits, acaba de editar en Blu-Ray una copia impecable de esta película  a partir de un nuevo máster restaurado en alta definición que nos permite revisitarla en las mejores condiciones posibles acompañada, además, por un audiocomentario de la propia Moreau, por una presentación en off de Serge Toubiana y por el segundo cortometraje de Truffaut (Les Mistons, 1958), una joya que nos deja una escena tan breve como inolvidable con ese plano fugaz en el que uno de los mocosos que da título al corto se acerca a escondidas a la bicicleta de su adorada Bernardette para oler y besar su sillín.
Completan esta edición para coleccionistas un cortometraje de Mateo Gil ¿? y una camiseta conmemorativa de la película de Truffaut.
Imprescindible.

Para ver un fragmento de Jules et Jim pinchad aquí.

domingo, 24 de julio de 2011

Un nuevo miembro para el "Club de los 27"


Pudo haber revolucionado por completo la musica "Soul"...talento para ello no le faltaba.
En su lugar, tras múltiples problemas con el alcohol y las drogas, decidió apuntarse a la máxima "vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadaver" y ha acabado por ingresar en el tristemente conocido "Club de los 27". Un club en el que el que los obligados requisitos para ser aceptado son dos: ser músico y morir antes de los 28.
Amy Winehouse, de 27 años, fue encontrada muerta ayer en su domicilio pasando a engrosar así las filas de ese fatídico club del que ya formaran parte artistas como Kurt Cobain, Janis Joplin y Jimi Hendrix.
Lástima.

Para disfrutar con una pequeña muestra de su talento pinchad aqui.

sábado, 9 de julio de 2011

Un cuento chino. La extraña pareja.

A pesar de lo mucho que he despotricado contra ello, lo cierto es que uno no puede conseguir asistir a la proyección de una película despojado por completo de ideas preconcebidas.
De esta manera, cuando uno acude a la proyección de una película oriental da por sentado, si no dispone de información previa, que asistirá a un espectáculo de ritmo pausado, cuidada fotografía y repleto de simbología.
De igual forma, una película Sueca será dura, oscura y deprimente; una película española hará referencia de alguna manera, irremediablemente, a la guerra civil; en una película iraní nunca pasa nada y el cine argentino es un cine en el que se habla mucho y sale Ricardo Darín
He tenido la ocasión de ver Un cuento chino, la última película de Sebastián Borensztein, y, una vez más, se hace patente el gran error que supone no acometer el visionado de una película con la mente liberada de todo prejuicio.
Y es que Un cuento chino es una película Argentina, si. Sale Ricardo Darín, si. Pero para nada es una película en la que se hable mucho. Es más, se trata de una película en la que la imposibilidad de la comunicación juega un papel esencial.
La película da comienzo con la imagen de una vaca cayendo del cielo a toda velocidad para acabar por impactar sobre la cabeza de una joven china a la que, en ese instante, su joven novio acababa de proponer matrimonio (¿puede haber comienzo más estimulante y menos propio del cine argentino que éste?) para, en la escena siguiente, llevarnos al interior de una ferretería bonaerense en la que Roberto, personaje interpretado por Ricardo Darín, se haya peleando con una caja de tornillos.
Tras esta presentación nos encontraremos ante una película pequeña. Una obra tragicómica rodada con muy buen pulso que gira en torno a un gran y complejo personaje, espléndidamente compuesto por Ricardo Darin, y como la vida de éste se ve alterada a causa de su fortuito encuentro con el joven chino del comienzo del relato.
Aunque, como he dicho, la película sea una película pequeña y libre de pretensiones, no todo es simpleza en ella. Nos encontramos ante un trabajo muy cuidado, de múltiples lecturas y con un personaje lleno de matices.
Roberto es un cincuenton solitario que tiene organizada  su vida alrededor de una serie de hábitos que prácticamente lo convierten en un misántropo. Hábitos que, como iremos descubriendo, ha ido adquiriendo a raiz de dos hechos clave en su vida: la muerte de su madre y la guerra de las Malvinas.
Roberto, a pesar de su nacionalidad y debido a su carácter, no es un gran conversador (apenas frases sueltas pronunciadas, la mayoria de ellas, en la soledad de su hogar) y tendremos que ir conociéndolo en base a gestos, miradas, actos y situaciones. Es aquí donde juega un papel esencial el buen trabajo realizado con el guión y se pone de manifiesto la estupenda composición que, de su personaje, hace Ricardo Darín. La escena en la comisaría, la devoción mostrada cuando descubrimos el fin al que va destinada una figurita de cristal comprada a través de internet y ese momento de genialidad en el que Roberto rechaza un juego de brocas de regalo al saber que son inglesas son perfectas muestras de como, sin alarde de ningún tipo, se va desgranando un personaje hasta que llegamos a conocerlo intimamente sin que deje de resultarnos creible.
Y si el personaje central es un personaje lleno de matices, lo mismo ocurre con la historia.
El relato es un relato con múltiples lecturas que descubrimos una vez éste sale airoso del mayor reto que se le plantea y que no es otro que el intentar evitar que la relación entre los dos personajes derive hacia la típica comedia de situación llena de gags propiciados por los carácteres antagónicos de los dos protagonistas (es dificil no imaginarse en algún momento a Walter Matthau en la piel del ferretero y a Jack Lemmon en la del chino).
Aqui hablamos de otras cosas o, mejor dicho, ya que hablar se habla poco, aquí se nos muestran otras cosas y la película acaba por resultar ser una reflexión acerca de como el azar rige nuestras vidas, como veremos en los recortes de noticias sorprendentes que Roberto se dedica a coleccionar, sin que nosotros podamos hacer más que intentar darle un sentido, y una reflexión acerca de la incomunicación. Incomunicacion social entre las personas (y aqui tengo que hacer referencia a la que resulta, para mí, la mejor escena de la película y su momento mas divertido: el enfado de Roberto con un tendero chino al descubrir que no todos los chinos hablan el mismo idioma) e incomunicación entre personas e instituciones públicas (de nuevo hay que hacer referencia a una genial escena: la que tiene lugar en la embajada china de la que el ferretero acaba por ser expulsado).
Nos encontramos pues, en  Un cuento chino, con una película muy recomendable, un trabajo notable que, a pesar de verse lastrado por una serie de escenas a modo de ensoñaciones surrealistas que no acaban de casar bien con el resto del relato y un final en exceso previsible, uno se alegra de haber visto.

Para ver el trailer pinchad aquí.